El riesgo de las fugas incontrolables
Tras el 'sprint' victorioso de Cavendish, la carrera entra en el terreno que más teme Contador
El 16 de mayo de 2009, Pedro Horrillo dejó de creer en las casualidades y empezó a pensar que los milagros existen (la prueba es él, cómo sobrevivió a una caída pavorosa). Desconfiados por naturaleza, los ciclistas que son solo a medias como él, que ya es ciclista-escritor, aceptan de pleno su primera propuesta (nada ocurre por casualidad, sino porque tiene que ocurrir por alguna razón, aunque no la conozcamos; y cuanto más oculta, más dudosa), pero no la segunda. Si alguien habla de milagro, peligro, peligro. Por eso, cuando Ventoso vio cómo en la etapa del Etna su rival Cavendish y media docena de ciclistas más, la mayoría de su equipo, se libraban del fuera de control por medio minuto, más que valorar su gran capacidad de cálculo y compañerismo, prefirió agarrarse a la duda razonable y de ella saltar a la certeza. "Cavendish se salvó del fuera de control porque se agarró al coche de su equipo para subir al Etna", proclamó el cántabro ayer, antes de la salida de la etapa; "me siento estafado".
Merckx cree que solo se le puede batir si se sabe aprovechar la debilidad de su equipo
Más razones para el malhumor tuvo el campurriano por la tarde, una vez terminada la etapa con un sprint masivo en el que él, Ventoso (lanzado frenéticamente por Lastras hasta 300 metros, desbarató los planes de Petacchi, que llevaba la batuta a través de Hondo y luego se perdió en la duda), terminó segundo, por detrás de, casualidad, casualidad, Cavendish, quien marchó protegido a la rueda de Petacchi y lo remontó, incontenible, a falta de 150 metros. A las acusaciones de Ventoso respondió el británico como lo haría Mourinho. "Que un día se quede conmigo Ventoso, si quiere, y vea que hasta cuando me paro a hacer pis o a cambiar de ruedas
[ayer lo hizo buscando más aerodinamismo con las de llanta más ancha: le fue bien] se queda un comisario conmigo. Soy el más vigilado", dijo, desafiante; "y sé que toda mi carrera voy a tener que luchar contra el sambenito de que me agarro a los coches. En fin...".
No es la primera vez en este Giro que Cavendish recurre al victimismo (en la segunda etapa, cuando Petacchi le derrotó en Parma, dijo que a él sí le habrían descalificado de hacer las maniobras que hizo, impune, el italiano) ni es el único que así busca oírse.
El mismo día de Parma, Contador se maravillaba de la calma de la etapa. "Ha salido la fuga en el primer kilómetro", dijo, extrañado; "si hubiera sido yo el líder, seguro que a mi equipo le habría tocado trabajar mucho más hasta que se hubiera hecho". Ayer salió él de líder (las gafas amarillas, por fin, sustituidas por unas de montura rosa para hacer juego) y la fuga se hizo en el primer kilómetro. No le tocaba tener razón. Tampoco el terreno, muy llano, lo que hizo que los equipos de sprinters se aplicaran, era tendente a una fuga incontrolable, pero ello no significa que no la tenga hoy. Aunque sabios como Eddy Merckx, quien alabó "el instinto de campeón" de Contador, "la marca de la grandeza", advirtieron de que la única forma de derrotarle es aprovechar la debilidad de su equipo en la montaña para aislarlo antes de los últimos puertos y atacarle a contrapié, otros maestros de la estrategia, como Eusebio Unzue, el director del Movistar, y Roberto Damiani, el del Lampre, creen que el mayor peligro son las emboscadas.
"En etapas como la de Castelfidardo
[la de hoy, solo 144 kilómetros a través de Las Marcas, erizados de repechos y con final en cuesta] todos querrán estar en la fuga y será prácticamente imposible evitar una de 10 o 15 corredores en la que se cuele alguien peligroso. Eso mata al equipo y acaba siendo incontrolable", avisa Unzue, quien sabe de qué habla, pues ganó dos Giros con Indurain en circunstancias complicadas. "Cuando teníamos con Evans el liderato en el Tour, el principal trabajo para mantenerlo era seleccionar las fugas, decidir quien podía salir y quien no", dice Damiani; "después, una vez hecha, ya podíamos descansar".
Aunque Merckx dude, para la montaña Contador tiene, casi vírgenes, a Hernández y Navarro, que pierden tiempo a propósito en las etapas llanas para ahorrar con vistas a los Dolomitas. Él lo ahorra racionando sus relaciones con la prensa (ayer fue multado por no dar la rueda). Y para seleccionar las fugas tiene al maestro Tosatto, un veterano italiano que conoce como nadie los secretos del Giro. "Contador tiene muchos amigos en el pelotón", dice Tosatto, su gregario fiel, "y yo más todavía y mis amigos son sus amigos".
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