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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Conmueve o no conmueve

El programa que, en la bonita Capella de la Sapiència, presentó el Trío de la Magia, tuvo un denominador común: la dificultad de ejecución, magníficamente resuelta por todos los intérpretes. Un alto virtuosismo estuvo siempre presente, tanto en la faceta individual como en la colectiva. El interés de cada composición fue, sin embargo, mucho más discutible, y ello nos enfrentó a un tema persistentemente central: la capacidad de conmover al espectador.

Se empezó con Ablauf, de Magnus Lindberg, con Ricardo Capellino situado en la entrada y dos enormes bombos contestándole desde el otro extremo. El saxo soprano recorrió luego la nave, subió al altar, gritó, fue a la sacristía y retornó junto a sus compañeros, donde cambió al barítono y enarboló una bella y dulce melodía con suaves redobles de fondo. La descripción puede parecer circense, pero en esta obra se utilizó con eficacia la espacialidad del sonido y la agresividad desmesurada con que se manejaron los bombos. Un tono realmente apocalíptico inundó la capilla, y resultó perceptible el estremecimiento sincero de muchos asistentes.

ENSEMS 2011

Trío de Magia: Ricardo Capellino, saxofón; Carlos Apellániz, piano; Sisco Aparici, percusión. Obras de Magnus Lindberg, Mauricio Sotelo, Pierluigi Billone, Alberto Posadas y Aureliano Cattaneo. Universidad de Valencia, 14 de mayo de 2011.

Jerez desde el aire o al aire de Jerez, de Mauricio Sotelo: sugerente pieza con abundantes ecos de Albéniz, cuyo atrevimiento armónico se vio lógicamente acentuado, y donde la contraposición constante de ambas manos sitúa al pianista ante difíciles retos. La textura, bastante densa, quizá se hubiera clarificado mejor con un tratamiento más elaborado del pedal pero, en cualquier caso, Apellániz la sirvió brillantemente y con la tensión necesaria. Luego, Mani Matta, de Pierluigi Billone, para percusión sola, se ofreció como un grato y elaborado diálogo entre los instrumentos de madera, a los que se añaden otros puntualmente. La ejecución fue tan milimétrica como misteriosa la atmósfera lograda. Las dos piezas restantes, al margen de la descripción estético-literaria que de ellas se hace en el programa de mano, sólo produjeron en el oyente la impresión de un inmenso catálogo de sonidos que no iban a ninguna parte. Posiblemente, tampoco los compositores lo pretendían. Sin embargo, aunque estuvieron perfectamente coordinados y ejecutados, estuvimos ante la cruda realidad de un virtuosismo vacuo, que sólo deja huellas efímeras en la historia de la música. Incluida la música contemporánea.

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