¿El Reino Desunido de Gran Bretaña?
El triunfo de los nacionalistas abre nuevas incógnitas sobre el futuro de Escocia dentro de la unión creada hace tres siglos
El inesperado y arrollador triunfo del Partido Nacional Escocés (SNP) en las elecciones autonómicas de la semana pasada, en las que ganaron contra pronóstico 69 de los 129 escaños en juego, ha abierto las puertas a la celebración de un referéndum sobre la independencia de Escocia. Considerada hace 10 o 15 años una quimera, la posibilidad de la independencia empieza a ser considerada en serio, aunque los sondeos de hace no tanto tiempo ofrecen la paradoja de que los ingleses desean más la ruptura que los escoceses.
El sistema de autogobierno de Escocia, la llamada devolution o transferencia de competencias, fue puesta en marcha por los laboristas en 1997. Detrás de esa descentralización imperaba la idea de que cuanta más autonomía tuvieran los escoceses, menos ansias habría de independencia. Muchos creen ahora que ha sido al revés. Otros opinan que eso se verá al final del camino.
El historiador Balfour cree que el SNP peca de optimismo al pensar que ganaría un referéndum de independencia
El objetivo de Salmond es negociar un paquete fiscal que incluya mayor capacidad de endeudamiento público
El profesor McCrone vislumbra en el futuro una confederación en la que tendría perfecta cabida la Monarquía
La lengua no es esencial para la identidad en Escocia. Por eso el debate es más pragmático que en Cataluña o País Vasco
La victoria del SNP ha causado impacto en España por su paralelismo con las ansias independentistas de parte de la población vasca y catalana. Pero hay enormes diferencias. Reino Unido se forjó hace cuatro siglos con el acceso de Jacobo VI de Escocia al trono de Inglaterra y se selló con la fusión voluntaria de sus parlamentos un siglo después, en 1707. No hay un complejo mapa de 17 autonomías con distintos grados de ambición de autogobierno. Es el pobre, no el rico, el que se quiere ir. Y la identidad nacional de escoceses e ingleses no está en cuestión.
Sea por lo que sea, la posibilidad de que Alex Salmond, el carismático líder independentista, convoque un referéndum no provoca ninguna tormenta política en Reino Unido. "Si quieren convocar un referéndum es un asunto suyo, al que el Gobierno británico no va a poner obstáculos", ha declarado el liberal-demócrata Michael Moore, ministro británico para Escocia. En términos semejantes se había pronunciado antes el primer ministro británico, el conservador David Cameron.
Salmond se guarda la carta del referéndum para la segunda parte de la legislatura. Primero, porque ha centrado la campaña electoral en la crisis económica, con gran éxito, y sería una contradicción dar prioridad ahora a la cuestión nacional. Una de las claves de su éxito ha sido precisamente que los escoceses están satisfechos de su gestión al frente de un Gobierno minoritario y ven ahora al SNP como el partido que mejor puede defender sus intereses frente a Londres.
Segundo, porque el primer objetivo es negociar el paquete fiscal con el que quiere hacer aceptable la llamada Ley de Escocia que ahora está tramitando la Cámara de los Comunes. Salmond quiere tener más capacidad de endeudamiento público; la transferencia al Gobierno autónomo del llamado Crown Estate, la sociedad que explota el inmenso patrimonio inmobiliario propiedad de la Corona, cuyos beneficios van al Estado; y, sobre todo, la transferencia del impuesto de sociedades, una de las piedras angulares en las que Irlanda fundamentó su milagro económico antes de dilapidarlo de la mano de la especulación inmobiliaria y la jungla bancaria.
Y tercero: porque hay que dar tiempo al debate político sobre el referéndum. Salmond ha de encontrar fórmulas para transformar en victoria una eventual derrota y esas fórmulas pasan por introducir alternativas entre el sí y el no: alternativas en forma de más poder para el Parlamento y el Ejecutivo de Escocia.
"Es un poco optimista por parte del SNP pensar que pueden ganar un referéndum sobre la independencia", opina el historiador Sebastian Balfour, profesor emérito de Estudios Contemporáneos Españoles en la London School of Economics, que conoce muy bien la cuestión autonómica española. "El SNP padecería gravemente las consecuencias de un resultado negativo porque se da una situación muy curiosa que difiere mucho de la situación en España y es que hay muchos más ingleses que escoceses a favor de la independencia de Escocia y hay menos ingleses en contra que escoceses. Hay una fuerte opinión por parte de los escoceses de mantener la unión con Inglaterra. Es como si los ingleses hubieran saltado de una identidad nacionalista-imperialista a una identidad posnacional, una identidad cívica digamos más local, o regional, y veo muy dudoso que el SNP por el momento plantee la cuestión del referéndum. Otra cosa es, y creo que es su estrategia a largo plazo, demostrar la capacidad de administrar las cosas en defensa de los intereses de Escocia", opina.
¿Cómo puede afectar a España el arrollador triunfo del SNP? "Puede reforzar hasta cierto punto el sector de opinión proindependencia, pero no creo que vaya a tener un gran impacto", opina Balfour. "No lo veo tan importante. Hay grandes diferencias y, en realidad, Escocia está más bien equiparándose con Cataluña y el País Vasco en el hecho de contar con un partido nacionalista que tiene la mayoría en el Parlamento. Eso no es nada nuevo en España", añade.
"A nivel oficial, la Delegación del Gobierno de la Generalitat está aquí para tratar y trabajar con los Gobiernos de Reino Unido, y entre ellos está el escocés, con independencia de qué partido esté en el Gobierno o de si está en minoría o tiene la mayoría. En ese sentido, la victoria del SNP no afecta a la delegación", afirma Xavier Solano, delegado del Gobierno catalán en Londres y antes analista político del SNP durante tres años.
"A título personal, no como delegado, diría que lo que pasa en un Estado de la UE de alguna manera influye en los demás, y el hecho de que aquí se esté planteando un posible referéndum para una posible independencia de una parte del Estado y que se esté haciendo con tanta naturalidad constitucional promoverá una serie de debates en otros Estados", añade. "Lo que habrá en Escocia en los próximos cinco años es un debate riguroso y extenso sobre los aspectos positivos y los aspectos negativos que podría tener la independencia. El tema clave es el económico. El lado que convenza a la gente de que en materia económica es mejor el sí o el no, será el que ganará el referéndum. Hay que tener en cuenta que en Escocia no existe un problema de identidad nacional. Siempre ha sido considerada una nación y sus ciudadanos se consideran escoceses. Un unionista del Partido Conservador escocés se considera escocés: británico, pero escocés".
Escocia es nacionalista "en el sentido de que la gente se siente abrumadoramente, por encima de todo, escocesa; pero son también británicos", coincide David McCrone, codirector del Instituto de Gobernanza de la Universidad de Edimburgo. "En Cataluña, esa cuestión tiene una escala de cinco puntos: ser catalán pero no español; ser más catalán que español; ser tan catalán como español; ser más español que catalán; ser español pero no catalán. En ese sentido, Escocia es mucho más escocesa que Cataluña catalana. Eso tiene mucho que ver con la inmigración desde el resto de España. Y quizás también con la cuestión lingüística", asegura.
En el caso de Escocia, el idioma no es un problema. "La lengua ha sido eliminada como un peaje que la gente ha de pagar para ser escocesa", explica. "Ser escocés es una cuestión territorial, no una cuestión lingüística o étnica. Y eso hace más fácil que la gente que viene a Escocia se sienta escocesa. La lengua no se convierte en una razón de ser, en un elemento esencial de la identificación nacional o en una forma de expresar las diferencias como ocurre con la religión o como sucede con la lengua en Quebec". O en Gales, donde el nacionalismo es más débil que en Escocia, pero casi uno de cada cuatro galeses habla el galés.
Eso hace que el debate sobre la independencia tenga en Escocia tonos más pragmáticos que los que rodean a esa misma idea en el País Vasco o en Cataluña. A juicio de McCrone, lo que de verdad palpita detrás del triunfo del SNP no es tanto independentismo frente a unionismo sino el grado de autogobierno que quieren los escoceses. "Si le preguntas a Alex Salmond te dirá que por supuesto que cree en la independencia, pero la cuestión es cómo llegar hasta ella. Eso es un poco una falsa dicotomía entre si estás favor de la autonomía o de la independencia. La cuestión no es el fin, son los medios; cómo pasas de un cierto grado de autogobierno al total autogobierno, signifique lo que signifique eso en el mundo moderno", agrega el profesor McCrone.
"En los últimos 20 años, algunos nos hemos centrado menos en distinguir entre independencia y autonomía y mucho más en estudiar la cuestión de cómo evoluciona el autogobierno. El debate está en realidad en cuánto autogobierno y cómo conseguir un mayor autogobierno. Y creo que ese es un aspecto importante si hay un referéndum sobre la independencia, y la forma que tenga ese referéndum", sostiene, en referencia a cuál será la pregunta. El objetivo del referéndum no sería en ningún caso decidir sobre la independencia sino dar un mandato al Gobierno para que la negocie con Londres.
El profesor McCrone coincide también en que "la gente de Escocia se siente escocesa, no tiene problemas en ser escocesa". Las diferencias llegan cuando ese nacionalismo se politiza en forma de partidos. Tradicionalmente el apoyo electoral al SNP "es una forma de nacionalismo político semejante al catalán que sostiene que ahora todos somos nacionalistas y que lo único que importa en el contexto del Estado británico son los intereses escoceses". "Y durante bastante tiempo, mucha gente que creía en un mayor autogobierno y desde luego en la independencia no se veían a sí mismos apoyando al SNP: votaban laborista o no votaban a nadie".
Eso empezó a cambiar en las elecciones de 2007, que el SNP ganó por los pelos, aunque consiguió formar Gobierno. "En 2007, el SNP fue capaz de hacer dos cosas. Una fue conseguir más apoyo a favor de la independencia, de esa parte de la población que apoya la independencia pero no votaba al SNP. Gente como la que vota al PSC en Cataluña, supongo. Y segundo, convencer a gente que no está a favor de la independencia de que el SNP sería capaz de gobernar bien a través del sistema autonómico que tenemos ahora. Hasta 2007 nunca habían estado en el Gobierno y en 2011 podían poner sobre la mesa su balance como Gobierno minoritario y presentarse no solo como un partido que puede gobernar sino, sobre todo, como el partido en el que más se puede confiar para defender los intereses de Escocia. Esos dos caballos, los partidarios de la independencia y los que quieren sobre todo un buen Gobierno, han sido persuadidos de dar su apoyo al SNP, al tiempo que los laboristas hacían una campaña muy mala", asegura el profesor de la Universidad de Edimburgo.
McCrone se ríe del simplismo con que se analiza desde Londres la cuestión escocesa. "La visión metropolitana tiende a tener dos puntos de vista: que Escocia nunca será independiente o que la independencia es inevitable. Creo que es mucho más complicado que eso. Vivimos en un mundo en el que lo que significa la independencia es problemático. En realidad estamos hablando de grados de autogobierno. Si por independencia se entiende el clásico Estado independiente del siglo XIX con ejércitos y fronteras y todas esas cosas, por supuesto que no. Ese no es el mundo en que vivimos".
"Vivimos en un mundo en el que autogobierno se comparte a diferentes niveles", explica. "Tanto el Estado español como el británico son miembros de la Unión Europea. Y la UE tiene poder. No es una cuestión de absoluta soberanía, sino de soberanía compartida. Si me gustara apostar, diría que la independencia no es ni imposible ni inevitable, aunque sí posible, quizás dentro de 10 años. Nadie había pronosticado el resultado de estas elecciones. Nadie".
"Mi predicción personal es que Reino Unido va a seguir una ruta confederal", continúa David McCrone. "En otras palabras, que cuando tenga que venir, en algún momento en el futuro, habrá más altos grados de autogobierno. Igual que los hay por razones muy distintas y en otro contexto en Bélgica. La devolución de poderes en Flandes y Valonia es considerable. Nos movemos hacia un mundo confederal. No un mundo de Estados absolutamente independientes. Un mundo en el que Escocia, Cataluña y desde luego el País Vasco irán más lejos en el autogobierno. Las cosas cambian. Y el comportamiento que tengan los Gobiernos centrales es absolutamente crucial. Los conservadores han aprendido unas cuantas lecciones aquí. Ya no son tan agresivos y estúpidos como eran cuando estaban antes en el poder. Ya veremos si eso dura", concluye.
En esa confederación que vislumbra el profesor McCrone tiene perfecta cabida la Monarquía. De hecho, a los escoceses les gusta recordar que un rey escocés, Jacobo VI, tomó el trono inglés como Jacobo I de Inglaterra, y no al revés. Y nada impediría a los escoceses mantener a la reina Isabel II o a sus herederos como monarcas de Escocia porque ahora la reina ya es monarca de 16 Estados soberanos (Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Jamaica, Barbados, Bahamas, Granada, Papúa Nueva Guinea, islas Salomón, Tuvalu, Santa Lucía, San Vicente, Belice, Antigua y Saint Kitts).
¿Llegaremos a ver el Reino Desunido de Gran Bretaña? Como dice Alex Salmond: "Decían que nunca habría un Parlamento escocés, y lo hay. Decían que nunca ganaríamos las elecciones, y las ganamos en 2007. Que nunca tendríamos la mayoría absoluta, y la tenemos. Ahora dicen que nunca ganaremos un referéndum por la independencia". ¡Quién sabe! -
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