El único
La primera palabra que me evoca la personalidad y la figura de Severiano Ballesteros como deportista y como persona es innovación. Ballesteros fue, sin lugar a dudas, un innovador. Pertenecía a esa estirpe de hombres que, en un determinado campo, se encuentran sin tradición y deciden, con un gesto de rebeldía tenaz, construirla. No es tarea ni fácil ni sencilla. Ya Covarrubias había advertido la dificultad cuando en 1611, en su Tesoro de la Lengua Española definía así novedad: "cosa nueva y no acostumbrada. Suele ser peligrosa por traer consigo mudanza de uso antiguo".
A Severiano Ballesteros no le intimidó la novedad. Así, antes de Severiano Ballesteros, España y el golf eran términos si no reñidos, sí difíciles de asociar. Hoy, con la huella imborrable de las hazañas deportivas de Ballesteros, el golf y España son realidades perfectamente asociadas tanto en lo que concierne a la elite como en lo relativo a la práctica deportiva.
Ballesteros es pues, uno de esos deportistas que abren el camino, que pierden el miedo a explorar lo nuevo y se adentran sin temor en lo que hasta entonces parecía imposible. Lo he dicho ya en otras ocasiones para explicar muchos de los éxitos actuales de nuestro deporte: la diferencia entre los conformistas y los que no se resignan y avanzan hacia metas desconocidas es que a unos les basta preguntarse por qué y los otros, los innovadores, se preguntan por qué no. Severiano Ballesteros se preguntó por qué no. ¿Por qué no podía un español llegar a ser primera figura mundial del golf? ¿Por qué no podía alcanzar la gloria e inscribir su nombre con letras de oro en la historia del golf?
Severiano Ballesteros fue fiel a aquella hermosa máxima de Goethe que es la mejor invitación al progreso en la vida y en el deporte: "si piensas que puedes o sueñas que puedes, empieza. La osadía posee genialidad, poder y magia". Ballesteros tuvo la genialidad, el poder y la magia, que son atributos propios de los grandes iniciadores y de los grandes campeones. Y poco a poco, sin prisa y sin pausa, fue primero un maestro y después —y aún más ahora a partir de su temprana muerte—, una leyenda.
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