El culto a la personalidad
Warren Buffett tiene muchas preguntas desagradables que responder en la reunión anual de Berkshire Hathaway del sábado. Los tejemanejes de su presunto heredero David Sokol con las acciones han provocado inquietud respecto a los controles internos de la empresa e incluso respecto al criterio del multimillonario. Aunque puede que haya un tema que para los leales a Buffet congregados en Omaha suponga ir demasiado lejos: ¿no es hora de plantearse la disolución de la empresa?
Para los acólitos de Buffet, la idea de escindir en pedazos Berkshire raya en la herejía. Pero el escándalo por la contratación de acciones de Sokol, su resignación y la increíble falta de remordimientos por su conducta ha puesto de manifiesto la dificultad de preparar a un sucesor del octogenario Buffet que sea capaz de guiar al gigante valorado en 200.000 millones de dólares hacia un mañana más brillante. Es más, una disolución puede ser incluso más lucrativa para los accionistas.
El precio de las acciones de Berkshire se está resintiendo. A lo largo de los seis últimos meses, el valor ha avanzado un 4%, un resultado significativamente inferior al aumento del 15% del índice del S&P 500. Como consecuencia de ello, el descuento con el que se negocian las acciones de Berkshire en relación con el valor independiente de sus activos ha aumentado hasta un punto en el que la disolución no puede descartarse.
Un cálculo de Barclays Capital de hace un año valoraba la cartera de Berkshire en cerca de 87 dólares por acción de clase B. Eso significaba que la acción se estaba negociando a un 13% por debajo de la suma de sus partes hace un año. Apliquen el aumento del S&P 500 desde entonces a los cálculos de Barclays Capital, las acciones podrían valer en torno a los 99 dólares. El problema es que, como consecuencia del bajo rendimiento relativo de Berkshire, eso significa que el descuento teórico se ha incrementado hasta rondar el 20%.
Aunque sea un cálculo rápido, parece indicar que desmantelar el grupo en partes manejables es una alternativa razonable que merece ser considerada por la junta directiva de Berkshire. El informe de la junta sobre el tema de Sokol, publicado el miércoles, mostraba una voluntad impropia de poner en duda el criterio del presidente. Debería ampliar esta independencia y revisar también la estructura del grupo.
Los rendimientos estelares de Berkshire durante gran parte del último medio siglo reflejaban el instinto, la impecable reputación y el buen ojo de su fundador para el valor. El escándalo de Sokol parece indicar que ya no se puede contar con estos atributos y que tampoco es fácil reproducirlos. Sin embargo, sin esas características, Berkshire no es más que otro conglomerado de empresas cuyas acciones se negocian con un descuento sobre su valor real. Sería una lástima que ese fuera el legado que Buffet deja a sus partidarios. -
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