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Reportaje:

Austria, a la derecha de Alemania

Frente al éxito del populismo austriaco, los demócratas alemanes rechazan al NPD

Además del idioma, Alemania y Austria comparten el episodio más negro de sus respectivas historias. Cuando los nazis alemanes acabaron con el régimen austrofascista de 1934 para anexionarse el país natal de Adolf Hitler en 1938, masas de austriacos pangermanistas los recibieron con entusiasmo. La guerra y el genocidio que alemanes y austriacos emprendieron juntos tienen hoy un efecto bien distinto en la vida política de los dos vecinos. En Alemania hay un partido neonazi, el Nacionaldemocrático (NPD) -con representación parlamentaria en los länder orientales Sajonia y Mecklemburgo-Pomerania Anterior-, que está aislado por los demás partidos. Mientras que en el Parlamento austriaco coexisten dos fuerzas de derecha populista: tanto el Partido Liberal (FPÖ) como la Alianza por el Futuro de Austria (BZÖ) juegan con éxito las cartas de la xenofobia y el euroescepticismo. Bajo el liderazgo de Jörg Haider, que lo dirigió entre 1986 y 2000, el FPÖ austriaco consiguió su mayor éxito electoral, con el 27% de los votos, en las generales de 1999. El FPÖ accedió al Gobierno en una coalición con los democristianos (ÖVP). En 2005 dejaron el Gobierno. Un año después, Haider había abandonado el partido y presentado la nueva BZÖ como alternativa de la derecha populista. Entre ambas formaciones rivales obtuvieron el 28% de los votos en 2008, lo cual les permitió controlar 55 de los 183 escaños parlamentarios en Viena. Pese a su división, y a la muerte de Haider, esta derecha populista conserva un gran peso en Austria.

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En el caso de Alemania, los partidos democráticos, con escasas excepciones, han rechazado cualquier colaboración con el NPD. No obstante, hubo varios intentos de fundar grupos populistas a la derecha de los democristianos. El llamado "partido de Schill", por ejemplo, llegó a gobernar Hamburgo junto a los democristianos entre 2001 y 2004. El reciente éxito del libro xenófobo del socialdemócrata Thilo Sarrazin demuestra que hay caldo de cultivo para estas posiciones. Según el politólogo berlinés Hajo Funke, "es posible que hasta el 40% de los alemanes puedan ser receptivos a estas ideas, pero un populismo de derechas organizado topa aún con la memoria de cuando llevamos esas ideologías a la práctica, hace 70 años". A esto hay que añadirle razones meramente pragmáticas y de imagen: el populismo derechista que a menudo se perdona a austriacos u holandeses haría saltar las alarmas internacionales si proviniese de una potencia económica y política como Alemania.

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