El otro banquete real
El mal tiempo aguó la fiesta de los británicos en Rojales
A 1.500 kilómetros de la abadía londinense de Westminster, uno de los feudos españoles con mayor porcentaje de británicos censados, Rojales, vibró a medias con el sí quiero del príncipe Guillermo y Kate Middleton. "Estoy entusiasmada por la boda. Me encanta Kate", clamaba en inglés Samantha Charlotte, residente en Rojales desde hace 25 años. "Es genial Kate", apostillaba Alicia Benito, otra británica.
La colonia inglesa, 9.000 según el último censo, tenía previsto celebrar por todo lo alto en su tierra de acogida el enlace del príncipe Guillermo y Catalina, pero el tiempo desapacible y ventoso aguó la otra gran fiesta. Casi un millar de sillas, 71 puestos ambulantes y exhibiciones de coches clásicos, además de actuaciones musicales y juegos infantiles apenas tuvieron demanda.
En un ambiente netamente anglófono, todo estaba engalanado para la ocasión; incluso una doble de Kate, quien a lomos de un descapotable Ford Galaxi de los años sesenta, se retrataba con los compatriotas que se acercaban para inmortalizar el momento. "La boda es una excusa para celebrar una gran fiesta" enfatizaba Chris McNamara. Sin embargo, algunos fallos en la organización, el horario laboral y la amenaza de lluvia espantaron a los pocos británicos congregados por la mañana para asistir a su boda del siglo.
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