María Isbert, la gran cómica de reparto del cine y el teatro
La actriz, hija y madre de actores, murió con 94 años tras 75 de profesión
"A estas alturas lo único que sé es que la vida funciona como una tragicomedia maravillosa. Se anda entre susto y susto entre muchas cosas bonitas". Así era la vida para María Isbert, una de las grandes cómicas de reparto que ha dado el cine y el teatro español del siglo XX, fallecida ayer. Se va sin celebrar sus bodas de platino con la profesión, ya que la actriz madrileña, de 94 años, cumplía dentro de poco los 75 ejerciendo un oficio al que se entregó sin perder nunca la ilusión.
Su padre, el gran actor Pepe Isbert, hizo lo imposible para que su hija no se dedicara a la revista. Aunque eso sí, en muchas ocasiones la actriz señaló que todo lo que logró fue gracias a su padre, que le advirtió que para ser una buena actriz había que prepararse. Pero la guerra impidió su proyecto y desde el principio no paró de trabajar.
Su padre Pepe Isbert le dijo que se formara y no se dedicara a la revista
Madre de siete hijos (dos de ellos también actores, Toni y Carlos Isbert), habidos de su matrimonio con Antonio Spitzer, del que enviudó siendo joven, la actriz debutó en los años treinta con la obra Nuestra Natacha, de Alejandro Casona, y en cine sus primeros planos llegaron en 1943 con el director Juan de Orduña, que la eligió para trabajar en La vida empieza a medianoche, a la que seguirían títulos como Botón de ancla (1947), Los ángeles del volante (1958), Un rayo de luz y Viridiana (1961), La gran familia (1962), Acompáñame y Más bonita que ninguna (1965) o Un adulterio decente (1968). A pesar de que su pasión era el teatro llegó a participar en más de 300 películas. Su actividad en el cine hizo que estuviera unos años retirada de los escenarios, aunque en 1968 se reincorporó al teatro para intervenir en la compañía de Florinda Chico, en la obra de Alfonso Paso ¡Cómo está el servicio! En 1981 reapareció, una vez más, con Los chaqueteros, de Antonio D. Olano y un año después, estrenó Rematadamente locos, de Víctor Valldey bajo la dirección de Eugenio G. Toledano.
En noviembre de 1986 celebró sus bodas de oro en el teatro y ya convertida en una actriz de gran presencia en la televisión, interpretando un papel de cómica en la obra Patatús, dos años después, rodó en Albacete Amanece que no es poco, del director José Luis Cuerda. Durante 1994 intervino en la grabación de la serie de TVE Villarriba y Villabajo. Sus últimas apariciones en el cine han sido en La Gran aventura de Mortadelo y Filemón, R2 y el caso del cadáver sin cabeza y Semen, una historia de amor.
En teatro trabajó ya octogenaria con el escritor y humorista José Luis Coll en Cianuro... ¿solo o con leche?, obra de humor negro de Juan José Alonso Millán, que fue dirigida por el propio autor. Era una adicta al humor negro. Llegó a afirmar que había heredado de su padre el gusto por las noticias de sucesos: "Las veo todas, y mientras lo hago paso un rato muy amargo. ¡Cómo son las cosas!".
El actor Pepe Viyuela fue uno de los últimos que trabajó con la actriz, haciendo de hijo suyo en Mortadelo y Filemón, la versión cinematográfica de los populares personajes de Ibáñez, que dirigió Javier Fesser. "Aunque Fesser la decía que no se forzara, ella replicaba que había que intentarlo, por encima de todo", relataba ayer Viyuela. "Ella preguntaba antes que nada qué había que hacer, lo intentaba y lo conseguía. Aunque era muy impactante trabajar con una cómica de su talla, ella te preguntaba, te consultaba, y te hacía sentir importante, nunca pretendía enseñarte nada y su humildad, y la capacidad de hacerte sentir actor era impresionante", sostiene Viyuela.
Creyente y practicante desde antes de hacer la primera comunión, Isbert declaró en más de una ocasión que desde muy pequeña comulgaba diariamente: "Los actores somos muy creyentes, todos tenemos los camerinos llenos de estampitas y hasta el más ateo se santigua tres veces antes de salir al escenario", decía.
Andrés Peláez, director del Museo Nacional del Teatro, trató a María Isbert en profundidad durante la entrega del Premio José Isbert de Teatro, en Albacete, a Mari Carrillo, gran amiga de la actriz desparecida: "El diálogo entre las dos actrices era absolutamente delirante. Como si lo hicieran Mihura y Jardiel Poncela. Es decir, el absurdo total. Pero si algo me quedó en el recuerdo, de María, era el amor infinito de una madre con sus hijos y nietos. Y viceversa. No he visto nunca tan claramente desarrollar en esto el papel de una primerísima cómica como lo hacía la Isbert", señala Peláez.
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