Pietro Ferrero, heredero del imperio Nutella

La muerte, este lunes, del príncipe heredero del grupo Ferrero, Pietro Ferrero (Turín, 1963), ha conmocionado, además de al mundo empresarial italiano, a los vecinos y empleados de la pequeña localidad prealpina de Alba, donde el abuelo de Pietro inventó el producto que hizo la fortuna de la empresa, la Nutella. El delfín del coloso del chocolate falleció a los 48 años en Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, donde se encontraba por trabajo, mientras se iba de excursión con su amada bici, por la que sentía verdadera pasión: en cuanto tenía ocasión, el consejero delegado del grupo Ferrero se regalaba una vuelta por las colinas que surgen alrededor de Alba o llegaba hasta el mar de Liguria, trepando los Alpes. Pietro se hallaba en el país de Nelson Mandela junto a su padre, Michele, patriarca de la empresa familiar, aún activo a sus 86 años y considerado el hombre más rico de Italia. Junto a una delegación de directivos, ambos ultimaban los trámites para abrir una nueva fábrica de la empresa en Johanesburgo.

Desde 1997, Pietro era consejero delegado, junto con el hermano menor Giovanni, de Ferrero International, la cabecera del grupo que cuenta con más de 20.000 trabajadores en cuatro continentes. Más introvertido que el hermano, se ocupaba de la producción y de la calidad de los productos. Los dos frecuentaban las naves de Alba desde que tenían 12 años. Lo habían aprendido todo de Michele, inventor de los célebres bombones Ferrero Rocher. La empresa que produce la Nutella es un caso ejemplar de multinacional que conserva su base local y familiar y que, incluso en época de crisis, luce cuentas estelares. Por la rara mezcla de éxito profesional y estructura familiar compacta y unida, la de los Ferrero es una dinastia muy querida en el país. Como pasaba con los Agnelli en los años dorados de Fiat. Y, al igual que ocurrió con los Agnelli, marcados por muchas pérdidas prematuras y accidentes, la familia de Alba también ha topado con la mala suerte.