Grete Waitz, reina del maratón
La campeona noruega ganó nueve veces en Nueva York
Hubo un tiempo, y no tan lejano, en que las mujeres no podían correr maratones. Los 42,195 kilómetros se consideraban una prueba de hombres, demasiado exigente y dura para atletas que eran vistas como frágiles chiquillas. No estamos hablando de un siglo atrás, sino de los años sesenta. Por esa época empezó a correr la noruega Grete Waitz, que murió ayer de cáncer, en Oslo, a los 57 años, seis años después de que le diagnosticaran la enfermedad.
Waitz empezó como mediofondista, pero se sentía más cómoda en distancias más largas que esos 1.500m con los que debutó en los Juegos de Múnich en 1972 y en los que logró un bronce y una plusmarca europeas. Así que, según se abría la mente de la Federación Internacional de Atletismo y de los organizadores de los grandes maratones, la noruega metía kilómetros a sus piernas. Rebajó el récord del mundo de 3.000m en 1975 y se pasó al maratón.
Por aquellos años la carrera más larga empezaba a abrirse a las mujeres. Waitz debutó el 22 de octubre de 1978 en el de Nueva York, por invitación personal de su director, y en esas calles empezó a escribir una nueva historia. En esa primera carrera Waitz, que ya había dejado su puesto de maestra para centrarse en el deporte, no solo ganó casi sin oposición sino que rebajó el récord mundial en más de dos minutos (2 horas 32 minutos 30 segundos). Ya no paró. Se impuso en uno de los maratones más prestigiosos del mundo otras ocho veces entre ese año y hasta 1988 y en ese trazado volvió a batir el récord mundial en dos ocasiones más. Su cuerpecillo y su pelo rubio, siempre recogido en una coleta, la cabeza alta, los brazos algo despegados, se convirtieron en una seña de identidad de la carrera de la Gran Manzana y Waitz en una celebridad.
Con su marido Jack, al que debía su apellido y un régimen de entrenamiento tan duro como el de sus colegas varones, se convirtió en la primera campeona mundial de maratón, en Helsinki en 1983; en la gran dominadora del Mundial de campo a través (ganó el título cinco veces) y en la primera mujer en bajar de dos horas y media en el maratón.Para ello corría más de 150 kilómetros a la semana en las épocas con más carga de trabajo y seguía una disciplina férrea tanto en el gimnasio como fuera de él.
Con esta hoja de servicio llegó la noruega a los Juegos de Los Ángeles 1984, al primer maratón olímpico que se permitió correr a las mujeres. La pionera, la inspiración de muchas otras corredoras que vinieron después, era ya una atleta de 30 años, con toda la experiencia del mundo y un estado de forma inmejorable. La gran favorita para pasar a la historia como la primera campeona.
Pero ese día de verano la corredora fue incapaz de seguir el ritmo de la diminuta Joan Benoit, jaleada por su público, y solo pudo ser segunda en su primera y única experiencia olímpica. Cuatro años después una lesión le impidió correr en Seúl 1988. Es, tal vez, la única ausencia importante en el interminable palmarés de la corredora noruega.
Waitz corrió su último maratón en 1992, para homenajear a su amigo y fundador de la carrera, Fred Lebow, ya muy enfermo de cáncer. Lo hizo en Nueva York, en la ciudad que la encumbró como una de las mejores atletas de la historia.
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