La lotería elige al Athletic
Los rojiblancos aprovechan los errores de Osasuna y remontan con 10
Cuando el fútbol se ausenta, es decir, se convierte en una sucesión de choques, cabezazos, carreras desbocadas y misiles aéreos, la lotería primitiva suele ocupar su lugar. El Athletic es un asiduo a ese sorteo últimamente y ayer le tocó el premio gordo jugando apenas dos columnas ante un Osasuna que tampoco fue generoso en la inversión y acabó contagiado por su enemigo.
Su primera jugada razonable, mejor dicho, su única jugada razonable, pase del central, San José, raso, tocado a la banda, en vez de alocado, cual era la costumbre, y centro templado de David López, acabó con un cabezazo estiloso de Llorente. Era el empate del partido,porque el Athletic había encajado antes un gol que en cierto modo demostraba su psicología. Toquero está tan acostumbrado a bajar los misiles hacia el área que no se dio cuenta de que vivía en la suya e hizo lo propio: Kike Sola marcó de media volea entre una nube de jugadores.
La segunda columna se la encontró en el suelo Muniain, uno de los dos futbolistas razonables del encuentro -el otro fue Camuñas- cuando andaban eligiendo números Nelson y Ricardo y dejaron el balón en los pies del pequeño delantero rojiblanco. El chico, al que abroncaron todo el partido, por unas declaraciones de hace meses, ¡anda que tembló!: se la cambió de pie y con la derecha la puso en el palo contrario desde más de 30 metros, a puerta vacía.
Tantas declaraciones y ruedas de prensa dejaron mudos a los futbolistas en el campo. Gurpegui, el caldo de cultivo de los desmanes dialécticos, se retiró a los dos minutos con un fortísimo golpe en la cabeza tras atacar tarde el primer balón aéreo de los cientos del partido. Al Athletic le cambió el encuentro.
Más aún cuando a falta de más de media hora se quedó con 10 por expulsión de Castillo y habiendo encajado un gol. Sonaba a sonata osasunista.
El Athletic tenía aires fantasmagóricos, llenos de impotencia. Pero los rojillos le dieron terreno, es decir, vida, y la lotería quiso premiar a unos muchachos con un regalo excesivo: dos goles era demasiada renta para una sola jugada, para una sola ocasión en más de 90 minutos.
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