Agendas y desafección
El cálculo de la agenda mediática gallega, que se deduce de los cómputos en porcentajes, hechos durante un periodo de tiempo (que en este caso es de un año, 2010), de los temas de portada y los editoriales de alguno o varios medios de comunicación de Galicia (realizados en este caso por el grupo de investigación Agenda y Voto) y de la aportación de dicha agenda gallega a la agenda mediática del Reino de España, está hecho sobre el periódico local de mayor difusión, que es La Voz de Galicia (se controlaron solo ocho diarios en todo el Estado). A lo largo de 2010, en el conjunto del Reino, la relación o división entre los porcentajes de temas económicos y de temas políticos fue de 1,4. En Galicia, esa relación fue de 2,8, el doble, y eso es fácilmente interpretable: es el lugar de los estudiados (o, en este caso, el medio de comunicación) en el que menos se habla y/o informa de política o se propone un debate político. Quizá tenga que ver, en buena parte, con que en ese diario no hay editoriales. En Cataluña esa división es de 0,8: la política prevalece sobre la economía. Esto último parece atentar directamente contra la leyenda negra de Cataluña, que nos dice que es un pueblo pegado al dinero. No lo parece, aunque tienen un claro sentido económico y mucha iniciativa en ese terreno.
El desapego por la política viene del franquismo, que intentaba deslegitimarla de forma constante
En la agenda pública del Reino de España o en la desagregada de Galicia (¿cuál es, a su juicio, el principal problema que existe actualmente en España?) los problemas políticos tienen mucha menos presencia aún que en los medios de comunicación: la ciudadanía está bastante alejada de la política, y Galicia está en la misma línea porcentual que la media del conjunto del Reino. Que los ciudadanos estén alejados de la política y que los medios la pasen a un segundo plano no es una buena cosa. Los negocios de la polis, de la ciudad, de la sociedad, son lo más sustancial. No hay nada malo en la política, aunque temas como la corrupción, la demagogia y la mentira creen de forma creciente más militantes de la desafección.
Este medio en que escribo es de una notable intensidad política, y es necesario que así sea, pues de esos debates van naciendo las soluciones o los nuevos planteamientos de los problemas en curso, y se ejerce una función pedagógica sobre la ciudadanía. Una parte sustancial de la desafección de los ciudadanos hacia la política viene del franquismo, directamente, cuya pedagogía política incluía la constante deslegitimación de la política y de los viejos y perversos políticos que la construían para engañarnos a todos. En tiempos de crisis, el mito franquista revive en las conciencias menos críticas.
Pese a ello, en los últimos dos años en que se basan estos datos de agenda pública (enero de 2009 / febrero de 2011) o en los anteriores, Galicia no es el territorio con mayor desafección de la ciudadanía hacia la política, los políticos y, probablemente, hacia la democracia, sino Madrid. Yo vivo en Madrid desde 1969, hace ya más de 40 años, y ni siquiera en los más vivos y duros momentos del final del viejo régimen se podía vivir tan presionado por una realidad política creadora de desafección como ahora.
Acercándose ya las elecciones municipales, las más próximas quizá a los intereses de la polis, de la ciudad en sentido estricto, es bueno que los mensajes políticos municipales se alejen lo más posible de aquellas cosas inciertas de los coches y los yates, ejemplo de desafección política creada artificialmente para dejar en casa a gentes cuya ausencia determinó el resultado de las urnas. A veces pienso si seguirán o no fuera del voto de la polis y si conocen con precisión la consecuencia de sus actos. Cuando me sumerjo en el interior de los archivos estadísticos electorales a veces veo sus caras entre los números. Debe de ser que trabajo hasta muy tarde.
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