_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Kakania

No es lo que piensan. El nombre Kakania no tiene connotación escatológica alguna, significa simplemente kaiserlich und königlich (imperial y real) y se refería al imperio austro-húngaro, el de Sissi, con un emperador en Viena que al mismo tiempo era rey en Budapest. Pero más allá de esta referencia histórica, Kakania interesa porque alude a una situación política sin salida, a un sistema agotado que ha dejado de creer en sí mismo. Como se lee en Robert Musil, el inventor del término: "Kakania fue precisamente eso (...) era el Estado que se limitaba a seguir igual (...), donde se disfrutaba de una libertad negativa (...) allí se fantaseaba sobre lo no realizado". Ha habido otras kakanias. La URSS de Breznev constituye un buen ejemplo: era un país en el que los discursos triunfalistas de los líderes resonaban huecamente en los oídos de los sufridos ciudadanos mientras estos comprobaban impotentes cómo había que hacer horas de cola para conseguir un par de calcetines mediocres. Lo he visto con mis propios ojos en los grandes almacenes Gum de la plaza Roja de Moscú, no hablo de oídas.

Tal vez por eso, cada día me pongo más melancólico cuando asisto al espectáculo deprimente de nuestra Kakania, un estrambótico sistema binario, estatal y autonómico, de ocultación de la realidad. No solo se trata de política, pero concédanme que lo que hay es para echarse a temblar. Un presidente que dice que salimos del paro justo cuando este acaba de crecer y otro presidente que sigue hablando de la comunidad mejor gobernada y con mayor nivel de vida de toda España, como si el enésimo plan quinquenal nunca ejecutado, el pavoroso endeudamiento y la pérdida de entidades bancarias regionales pudiesen desvanecerse por repetir obsesivamente el mismo mantra. No están solos: les avala un extraño proceso de selección negativa por el que los miembros del gobierno que hacían algo ya cesaron o tienen los días contados, mientras se promueve a los peores. Repito: sigo sin hablar solo de política. Que los imputados de uno y otro partido envilezcan las listas electorales no es política, es simple moral. Y para que no falte nada, la demonización grotesca del enemigo, ese tigre de papel que tan pronto rebusca en el basurero como no deja crecer la hierba. En fin. El imperio austro-húngaro se hundió porque los ciudadanos, hastiados de mentiras, lo abandonaron: más o menos igual que los internautas indignados por el escándalo de los viajes de los eurodiputados. Yo no sé quién acabará siendo presidente de aquí y de allá durante los próximos años, pero lo que sí tengo claro es el único programa ético para ganar las elecciones: haremos lo contrario de lo que hacen nuestros correligionarios en Kakania. De lo contrario, el hedor de la papeleta con la que vamos a votar no se irá de nuestra mano en mucho tiempo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_