"El amor es algo tremebundo, copla pura y dura"
Antonio Cortés nació hace 22 años en Rumanía, pero una familia de Nerja (Málaga) lo adoptó cuando tenía 18 meses. Su acento es hoy tan sureño como esos pasos de Semana Santa que le conmueven como pocas cosas en el mundo. Aprendió a cantar antes que a hablar ("¡No me lo han contado, lo he visto yo mismo en vídeo!") y saltó a la fama gracias al programa Se llama copla, de Canal Sur, donde fue favorito del público y terminó perdiendo en la gran final. Fue una suerte de Bisbal coplero, aunque hoy lucha por desembarazarse, dice, "del sambenito televisivo".
Su primer álbum, Lo que a mí me está pasando, acaba de lograr un Disco de Oro por la venta de 30.000 ejemplares: casi un milagro para un artista novel, y más ahora que el expolio digital ha convertido en extravagancia la compra de música. El teatro Calderón será esta noche testigo de su puesta de largo madrileña, y Antonio, sin perder la sonrisa, admite que las mariposas se le prendieron en la boca del estómago desde el momento mismo en que tomó ayer el AVE. Son los gajes del oficio: los nervios y el sueño. "Porque yo dormía nueve horas y ahora no paso de cinco", rezonga.
Pregunta. ¿Cuáles son sus primeros recuerdos malagueños?
Respuesta. La playa, la inmensidad del mar y el casco antiguo, que ahora recorro con añoranza. Tengo la sensación de haber vivido dos vidas, porque de Rumanía no conservo ningún recuerdo en la cabeza.
P. ¿Se pueden tener añoranzas con 22 años recién cumplidos?
R. Yo soy muy melancólico y sensible, la verdad, quizás porque haya vivido mucho en poco tiempo.
P. ¿Cree que Dios le ha echado una mano?
R. Me han echado muchas manos, pero entre Dios y el destino he podido llegar hasta aquí. Soy muy religioso: ni practicante ni partidario de la doctrina, pero convencido de que puedo apoyarme en una fuerza sobrenatural. Y de momento no tengo queja.
P. Con un ascenso tan fulgurante, ¿le tiene miedo a las vacas flacas?
R. Las vacas flacas tienen que llegar y llegarán, eso seguro. Soy muy realista y el éxito no me quita el sueño. Solo espero poder mantenerme en esta profesión. La sociedad atraviesa un momento límite, escucho la palabra "paro" cada día en boca de tíos, sobrinos o amigos y me da miedo cómo pueda acabar esto.
P. ¿Por qué vuelve a triunfar la copla?
R. Porque es nuestra raíz, nuestro arte popular, igual que el fado para los portugueses. Los Quiroga, León u Ochaíta escribieron con tantas ganas que resulta difícil no percibir ese componente grandioso.
P. ¿Para cuándo una copla firmada por Cortés?
R. Aún tengo que labrarme, pero soy una persona bohemia y todo puede suceder. Me gusta imaginarme como un hombre libre y noctámbulo que deja volar el genio. Pero esa libertad todavía tengo que ganármela.
P. ¿Importa tanto el amor como quieren mostrarnos las coplas clásicas?
R. El amor es algo tremebundo, copla pura y dura. Yo mismo me considero una persona muy pasional, que siente, sufre y llora. Es imposible escuchar Y sin embargo, te quiero y no identificarte. ¿Qué ser humano no ha vivido eso mismo en sus propias carnes?
P. ¿A usted le sueltan muchos piropos desde que frecuenta los escenarios?
R. Algunos siempre escuchas, sí, tanto de chicos como de chicas. A veces no te dejan ni cantar y en esos casos me suele entrar la risa. Hace poco, actuando en las cuevas de Nerja, una amiga exclamó: "¡Con tu voz resucitas a los muertos!". A la salida le comenté que no fuera tan exagerada, pero me respondió que no pudo contenerse las ganas de gritarlo.
P. ¿Impresionan más esas cuevas o el teatro Calderón?
R. Que me perdonen mis paisanos, pero como la congoja de actuar en Madrid no hay ninguna. De todos modos, confío en la grandeza de la copla para salir airoso.
Antonio Cortés. Hoy a las 21.00, en el teatro Calderón (Atocha, 18; metro Tirso de Molina). Entradas: de 17,50 a 30 euros, en www.entradas.com
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