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Crónica:CARTA DEL CORRESPONSAL / Bruselas
Crónica
Texto informativo con interpretación

Fukushima, en el laberinto belga

Andreu Missé

Bélgica es uno de los Estados más ricos del planeta, con un espléndido Estado de bienestar. El país va con el piloto automático hasta permitirse el lujo de pasar 300 días sin Gobierno. Flamencos y valones han aprendido a conllevarse, a pesar su creciente distanciamiento. Hasta ahora se han apañado para sortear problemas tan serios como su abultada deuda del 100% del PIB, aprobar el presupuesto o ir a la guerra de Libia con un simple acuerdo de Gobierno provisional.

Sin embargo, las impredecibles consecuencias del terremoto y el tsunami de Fukushima podrían forzar a los dirigentes belgas a salir del oasis y aparcar sus viejas querellas para afrontar el desafío de la energía nuclear, especialmente serio en su caso. El cúmulo de circunstancias que concurren en Bélgica le sitúa en una situación especialmente frágil.

El 54% de la producción eléctrica belga es de origen nuclear En 2015 cerrarán tres reactores que producen el 15% de la electricidad

El 54% de la producción eléctrica belga es de origen nuclear. Los siete reactores nucleares existentes en el país, cuatro en Doel, y tres en Tihange, pertenecen mayoritariamente a Electrabel, controlada por el grupo francés GDF Suez. El país tiene, además, otra fuerte dependencia exterior, al tener que importar más del 10% de su consumo.

Bélgica no es un territorio exento de seísmos. La región de Verviers, no lejos de Tihange, sufrió en 1692, un terremoto de 6,2 de la escala de Richter. Los reactores belgas están preparados para resistir seísmos del 5,9 de esta escala. Tras el desastre japonés, las autoridades belgas han puesto a disposición del 1,2 millones de personas que viven a menos de 20 kilómetros de las nucleares, pastillas de yodo estable para protegerse de posibles emisiones de este elemento radiactivo. Bruselas se encuentra rodeada de 34 reactores nucleares en un radio de 250 kilómetros, algunos muy próximos, como el de Borssele, en Holanda, o el francés Chooz, el más potente del mundo.

Todas estas circunstancias se ven especialmente agravadas por el envejecimiento de dos reactores en Doel y uno de Tihange que en 2015 cumplirán 40 años. Expertos nucleares aseguran, no obstante, que en los siete reactores belgas se han renovado los generadores, reforzando el aislamiento de los reactores.

La fuerte preocupación por el envejecimiento llevó en 2003 a que el Senado acordara el cierre de las centrales al cumplir 40 años, a propuesta del Gobierno de coalición de socialistas, verdes y liberales, presidido por Guy Verhofstadt. Eso implicaba cerrar dos reactores Doel y Tihange en 2015.

En 2009, el Gobierno del conservador Ives Leterme propuso alargar la vida de las tres centrales viejas hasta 2025 y las cuatro restantes hasta 2045. Pero el Ejecutivo de Leterme cayó el pasado abril y la ley no se pudo aprobar. El resultado es que en 2015 habrá que cerrar los tres reactores, que producen un 15% de la electricidad.

El ministro de Energía, Paul Magnette, asegura que no se tomará ninguna decisión hasta conocerse las pruebas de resistencia de las centrales dentro de un año. Y se pregunta: "¿es mejor importar una cuarta parte de nuestra electricidad o producir nuclear?

Menos dramático es el informe de Daniel Comblin que sostiene que "salir del nuclear es posible con un desarrollo voluntarista de las energías renovables, la generación y una reducción del consumo en un 25% en veinte años". Fukushima puede ser un reactivo muy fuerte que saque a los belgas de su ensoñación.

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