Quieren más
Nuevos embates amenazan la dieta de pan y circo. Por si el destrozo del Estado del bienestar a costa de salvar a la banca no provocaba suficientes restricciones en el menú del día, malos presagios se ciernen sobre el espectáculo futbolístico, complemento nutricional que mantiene a la parroquia en el estado de calma o excitación que convenga para evitar cambios imprevistos, revueltas o atentados al régimen de privilegios democráticamente establecido. No hubo paro de clubes futbolísticos y la jornada de Liga se celebró sin incidentes. ¿He dicho clubes? Y resto de sociedades anónimas deportivas. Mercantiles. La normalidad en el calendario competitivo no significa que el asunto se archive. Nada de eso. Que la emoción ante los choques europeos, la Copa del Rey, el remate liguero y toda la provisión de cacahuetes y cervezas asociadas no distraiga la guardia. Los señores de la huelga han aprovechado para marcar el territorio, de manera que el Gobierno actual, pero sobre todo el que haya de venir, tome nota de las exigencias: a saber, más pasta. Lejos de ajustar la dimensión del negocio al contexto de vacas flacas, empezando por revisar a la baja los sueldazos que se embolsan directivos y demás equilibristas de la carpa, la primera reivindicación ha sido reclamar el fin de cualquier partido que aún se retransmite en abierto. El que pretenda ver por televisión una jugada a partir de la temporada 2015-2016, que la pague. Esto no supondría más de 200 millones al año, además de los casi 700 que ingresa la cofradía por derechos audiovisuales, también del erario público, pero obtendría financiación urgente con la que liquidar parte de sus deudas vencidas. Aunque no lo digan en el palco, las antiguas Primera y Segunda División ya se conocen como la Liga concursal, por la cola de entidades en concurso de acreedores. Resultado del exitoso plan de saneamiento convenido hace 20 años. En lugar de dejar a cero las deudas del fútbol patrio, las ha situado en unos 4.000 millones de euros, suma y sigue, con el visto bueno de la autoridad competente, sea cual fuere su presunta ideología.
Sobre el poder de coacción de las mercantiles futbolísticas, los socialistas valencianos han cursado varios másteres hasta la rendición, digo la extenuación. El estropicio en recalificaciones urbanísticas y manipulación de masas a lo largo y ancho del mapa, da pavor. Cualquier Gobierno que se precie, en vez de compensar a los insaciables con mayor porcentaje de las quinielas o reducción del IVA, como reclaman, les conminaría a saldar con la Seguridad Social y Hacienda una deuda que en 2008 ya superaba los 600 millones. Y deprisa que mañana es tarde. Además de impuestos municipales y tolerancia cero a la hora de aparcar en días de partido. Si la famélica legión ha de sufrir nuevas restricciones para alimentar a la bestia, la olla acabará por estallar. El que avisa no es traidor.
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