Trasiego de creadores
Los artistas extranjeros buscan en Madrid la ausencia de distracciones mientras los madrileños optan por escenas más vibrantes en otros países
Unos se van y otros deciden quedarse. Tras la ebullición sin precedentes que comenzó hace una década, la crisis ha ralentizado la actividad artística madrileña. Algunos creadores no se han dejado llevar por el pánico y apuestan por aguantar el tipo en la ciudad que, por ejemplo, hace nueve años acogió al alemán Philippe Frölich (Shweinfurt, 1975), recién terminada su formación como escenógrafo en la Kunstakademie de Düsseldorf.
Empezó a pintar solo y poco a poco fue introduciéndose en el circuito. Se presentó -con éxito- a Generaciones, el programa de becas de Caja Madrid que ha sido una auténtica cantera de jóvenes creadores desde su creación en 2000. Su nombre empezó a sonar y la galerista Soledad Lorenzo lo acabó incorporando a su nómina de artistas. "Ha cambiado el clima y se nota un ambiente más gris que hace tres años", asegura el artista. "Pero yo estoy bien y no me planteo marcharme". Tampoco tiene intención de hacer las maletas Kristoffer Ardeña (Filipinas, 1976), que ha vivido en Madrid de forma intermitente desde 2003 y de forma permanente desde 2007. Hace una semana inauguró su segunda exposición individual en la galería Oliva Arauna. "Ciudades como Londres, Berlín o Nueva York tienen una escena artistica más evidente. Madrid no tiene una verdadera escena artística, es más individualista. Eso es bueno y malo. Te puedes concentrar en tu trabajo sin entretenerte en el buen rollo del ambiente. Otras ciudades son más vibrantes, pero te puedes perder en eso". Lilli Hartmann (Rosenheim, 1976) cambió hace tres años Londres por Madrid y aquí quiere quedarse. Aunque reconoce que el nivel de coleccionistas y galeristas no es el mismo, "al mismo tiempo, en Londres hay más competitividad".
Algunos hacen las maletas por ahorrar costes o porque quieren crecer
Otros artistas han hecho las maletas por ahorrar costes o porque quieren crecer. Juan Garaizábal (Madrid, 1971) encontró en Berlín el contexto óptimo para producir sus esculturas de gran formato. "Me permite alquilar una casa y tener un estudio por un precio que sería imposible en otra ciudad. Además, al cabo de un año y pico allí empecé a interactuar con otros artistas y me di cuenta de que eso me aportaba muchísimo", asegura el creador, que reparte su tiempo entre la ciudad alemana y Madrid. Hay quien ha hecho mudanza por otras razones. La fotógrafa y videoartista Amparo Garrido también se instaló en Berlín hace algo más de un año tratando de escapar de unos nubarrones que ya oscurecían el horizonte: "A lo largo de muchos había hecho fotografía y siempre había vendido bastante bien. Pero en un momento dado decidí hacer vídeo y me encontré con reticencias de mis galeristas, hasta el punto de que me despacharon con un 'necesitas una galería mejor'. Ahí me di cuenta de que la crisis era gorda". Garrido ha decidido poner ahora toda su energía en Alemania y ya maneja varios proyectos fotográficos, aunque el videoarte está en un lugar prioritario de su agenda.
Para algunos, emigrar equivale a dar un salto de cualidad. Así lo pensó David Rodríguez Caballero, que ha aprovechado su exposición en la galería Marlborough Chelsea de Nueva York para quedarse una temporada en la Gran Manzana. "Me lo planteo como una forma de crecer. Por un lado, me servirá para oxigenar contenidos, pero también para ampliar la cartera de coleccionistas".
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