Nuevas ilusiones
Proliferan nuevos locales dedicados a la restauración, en general dirigidos por también nuevas generaciones de cocineros que conscientes de las dificultadas que entraña buscarse un lugar bajo el sol gastronómico pretenden el reconocimiento en función de su buen hacer, teniendo además como elemento común el intento de moderación en los precios sin por ello rebajar las calidades, bienvenida pretensión aunque se asemeje en su dificultad a lograr la cuadratura del círculo.
No obstante, alguno como el que hoy comentamos logran convencernos de tal posibilidad, aplicando una magnífica técnica culinaria a los ingredientes, que deben ajustarse no en su calidad, sino en su nombre, remitiéndose a aquellos que por razones de mercado o sociológicas gozan de precios más asequibles.
Una ensalada de salazones con muy apreciables anchoas; un queso envuelto en una sutil capa de pasta y un revuelto de huevos con boletus edulis, liviano -casi líquido- y sabroso forman el trío con que se comienza un menú servido al mediodía y al coste de 18 euros por persona, exclusión hecha de las bebidas y otros complementos.
Las posibilidades del plato principal se centran en un muy conseguido arroz caldoso de sepia con alcachofas, una digna ración de merluza con patatas y espinacas -lástima que una ligera falta de sal empañase su bondad- o las ahora tan afamadas carrilleras acompañadas de puré.
Un postre completa el servicio y el menú en un local de limpia y agradable decoración con un atento servicio que, además, es capaz de preparar -sin que le tiemble la mano ni la razón- esmerados y potentes dry martinis.
Por las noches cambia el tono y el obligatorio menú se reconduce hacia una carta que lamentamos por ahora desconocer.
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