'Wikihéroe' en Hollywood
La productora hollywoodiense DreamWorks hizo la semana pasada una cosa muy poco frecuente: comprar los derechos cinematográficos de una historia sin saber su final. Podrían, como es la norma, terminar su adaptación de los dos libros sobre Wikileaks que han adquirido allí donde termine su última página. Pero lo que quieren contar no es un testimonio de la historia. Es la historia en sí.
Que el relato valga tanta molestia ya no se discute. Es la gran reflexión de nuestros tiempos: una web que publica (o facilita a periódicos) los documentos que ningún estado quiere que se publiquen. David contra Goliat en tiempos de Internet. "Es como si Woodward y Bernstein se mezclaran con Stieg Larson y Jason Bourne", explicó en su día el director de The Guardian, Alan Rusbridger. "Pero con Julian Assange, un personaje fascinante que va más allá de lo que cualquier guionista se hubiera atrevido a inventar". Michelle Krumm, propietaria de los derechos de la autobiografía de Assange, añade: "Ya sin guionista, es un thriller emocionante y provocador". De ahí que haya una docena de proyectos que traten el tema.
La diferencia de enfoque entre estas producciones y la de DreamWorks no es pequeña: más que un trabajo de adaptación, es un análisis de una historia que todavía hace titulares. "DreamWorks quiere unir los derechos de varios relatos para poder contar la historia desde cualquier punto de vista", explica el periodista Mike Fleming en la publicación especializada Deadline. "Un buen ejemplo de lo que pretenden es La red social: el guionista Aaron Sorkin se basó en el libro Multimillonarios por accidente para narrar la fundación de Facebook, pero también usó los testimonios de los juicios contra Mark Zuckerberg para añadirle drama y realismo".
Lo llamativo no es solo que se estén adaptando webs al cine. Es que Hollywood esté adaptando, a su manera, el Neorrealismo italiano de los años cuarenta: grandes talentos someten su músculo creativo a los asuntos más candentes y abstractos. De forma explícita, como un documental. Solo que allí donde los italianos desnudaban la realidad tras la II Guerra Mundial, los artífices de estas películas se apoyan en la principal obsesión de la sociedad actual: la documentación.
Se valen de herramientas como transcripciones de juicios, correspondencia o ruedas de prensa. Para que nuestros tiempos puedan verse en streaming, montados, sonorizados, musicalizados, pero también interpretados. La actualidad deja de dar forma a la película para ser la película.
Si suena exagerado, basta con ver lo cortos que se quedan los precedentes: en 1998, por partir de un punto reciente, Primary Colors hablaba de un presidente demócrata y mujeriego que se parecía mucho a Clinton, pero se escudaba bajo un personaje ficticio. 13 días sacó sus diálogos de grabaciones hasta entonces inéditas de las reuniones entre Kennedy y sus asesores durante la Crisis de los Misiles Cubanos de 1962, pero 38 años después. En 2008, Oliver Stone criticaba explícitamente a Bush cuando este aún era presidente en W, pero centrándose en hechos que habían pasado unos cinco años antes.
Hollywood se alimenta de filones. Pero más de géneros. Y los géneros nacen cuando el cine intenta abarcar más de lo que está acostumbrado. "A veces, el cine se mete de forma directa en un proceso político y, más que hacerlo por su mensaje, lo hace modificando su propio lenguaje", explica Greg Cohen, que imparte Cine y Cambio Social en la escuela de cine de la universidad de Los Ángeles.
"Eso pasó en 1968, con In the year of the pig, donde el director Emile de Antonio no solo hablaba de forma tajante sobre la intervención de Estados Unidos en Vietnam, sino que creaba una nueva forma de cine documental. Una mezcla única de varios estilos y mecanismos formales, todo en el nombre de una causa muy específica.
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