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Reportaje:ESCENARIOS ELECTORALES... POZOBLANCO | Elecciones municipales

Con las heridas aún abiertas

Los socialistas perdieron el gobierno municipal tras expulsar al alcalde

A veces, es más fácil perder el poder por las divisiones de quien lo detenta que por los logros del adversario. El PSOE de Pozoblanco (Córdoba) lo sabe. Después de casi tres décadas en la alcaldía, en 2009 la entregó a causa de sus luchas cainitas. En mitad de la legislatura, toda la corporación socialista abandonó a su regidor, Benito García, dejándolo solo al frente de un buque ingobernable. Al alcalde le había retirado su confianza el Comité Provincial, que después le abrió expediente y finalmente le terminó expulsando del partido. Oficialmente, acusaban a García de ser incapaz de alcanzar los acuerdos imprescindibles con el resto de fuerzas políticas para poder sacar adelante su gobierno en minoría de este municipio, motor económico y demográfico de la comarca de Los Pedroches.

La maniobra del PSOE fue muy arriesgada. Al abandonar y expulsar de sus filas al alcalde, sus seis ediles restantes empataban con los del PP. Ambos partidos contaban con aliados para elegir un nuevo regidor: dos ediles del PA para los populares y dos de IU para los socialistas. Pero Benito García se convertía en el peso final que decantaba la balanza. Así que, después de tres meses de bloqueo y un gobierno municipal paralizado, García dimitió. Pero no solo se fue. En el pleno de junio de 2009 que votó al nuevo alcalde, el saliente se vengó del PSOE, apoyando al portavoz del PP, Baldomero García.

Si Benito García se votaba a sí mismo, se abstenía o votaba en blanco, el gobierno hubiese seguido en manos del PSOE, pues fue la candidatura más votada en las locales de 2007. "Pero yo no iba a permitir eso, porque hubiese sido darles el poder a quienes me traicionaron", afirma este sindicalista de UGT y militante socialista desde los 17 años.

La pérdida traumática del poder ha dejado secuelas en el PSOE pozalbense. En 2011, el partido ha optado por presentar un cartel electoral completamente nuevo. Ninguno de los concejales socialistas que protagonizaron la espantada en 2009 repite candidatura. Tampoco estará Serafín Pedraza, un histórico del partido, actual portavoz en el Consistorio, con cinco legislaturas a sus espaldas y amplia experiencia en la Diputación de Córdoba. Pedraza reconoce, con la media sonrisa de quien ya está de retirada, que "la legislatura de 2007 a 2011 ha sido una lección de libro de lo que no se debe hacer": "Ha sido un auténtico disparate". Pero, ¿por parte de quién? "En estas cosas no hay nunca un solo culpable", responde. Y reparte responsabilidades entre la falta de mando del exalcalde, su política personalista y la manera un poco esperpéntica a la que este llegó a la alcaldía en mitad de la legislatura de 2003.

El anterior alcalde, Antonio Fernández, dimitió para ser delegado provincial de la Junta. De los concejales que le seguían en la lista, siete rechazaron el cargo de regidor. Todos en cadena. Menos uno: Benito García. El ahora expulsado del PSOE afirma que Fernández quiso usarlo como títere y seguir gobernando en la sombra. "Como no me dejé, me echaron". Esa tesis circula por el pueblo. Serafín Pedraza tampoco niega que García resultase díscolo, pero subraya que con él se había perdido la mayoría absoluta (el PSOE redujo de nueve a siete sus concejales en 2007) y que no supo gobernar en minoría.

En estos casi dos años, Benito García ha montado un nuevo partido y vuelve a presentarse a las elecciones: Ciudadanos Demócratas e Independientes (CDeI). Aspira a convertirse, como mínimo, en bisagra. Y a pesar de considerarlo un partido "progresista", su líder no se cierra a ningún pacto. Incluso con el PP. Eso es algo de lo que Baldomero García, actual alcalde de este partido ve muy difícil: "Aspiro a la mayoría absoluta".

Pero todo indica que esa meta es complicada, a causa de la atomización del voto en el municipio, agudizada por la aparición del cuarto partido. "Ya tenemos unos 170 afiliados y aspiramos a más", explica Benito García mientras toma un café en un bar cercano al Ayuntamiento. Junto a él, en la barra, se acoda uno de sus antiguos colaboradores del PSOE. Ni se saludan ni se cruzan la mirada. Las heridas siguen tan abiertas como el primer día.

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