El poeta bailarín
No siempre un solo de danza es un monólogo gestual a secas. La calidad proyecta un diálogo, una suerte de intercambio participativo del espectador, una complicidad más allá de una primera lectura textual. Parte de esto sucede con Recoge mi alma y bésala, un trabajo en solitario del joven artista gijonés Manuel Badás donde abundan las sugerencias y las referencias. Elementos visuales, objetos cotidianos, el desnudo y la danza se entrelazan sobre una idea obsesiva: el abandono. Casi se trata de una terapia cruel contra el desamor. El efecto es catártico y deja un sabor agridulce, de venganza o exorcismo; a pesar de esa carga, resulta un hallazgo recomendable.
Por encima de otras consideraciones formales, estamos en presencia de un creador nato que ve una religión en la entrega individual, y que adereza su trabajo corporal con su propia creación literaria, porque los textos de la pieza son de su propia cosecha y tienen el empaque, la terminación y la profundidad de una incipiente producción poética. Son dos poemas intimistas relacionados entre sí, duros, sin disimulos y llevando las riendas de la exposición temática, contienen versos más allá del coloquialismo.
Recoge mi alma y bésala
Compañía Inquiquinante Danza. Coréografía e interpretación: Manuel Badás; música: Antonio Vivaldi (Nisi Dominis) y otros. Sala Triángulo.
Festival La Alternativa 2011. 25 de febrero.
Badás no busca entretener ni alarga la obra más de lo que aconseja la propia estética de los materiales que ha forjado en el estudio y en el experimento en soliloquio. Desde una alarma inicial, ásperamente seductor, implacable con la propia figura y reclamando un hito escena tras escena, se trata de un descenso al infierno doméstico, un ritual de soledad donde las figuras propiamente de performance habitan una argumentación más trascendente, ya sea por su intensidad como por su torturado sentido de la gravedad. El baile se extiende en variaciones mientras suena el Nisi Dominus vivaldiano, y donde el contratenor debe exaltar la letra del salmo 126, que aparentemente Badás no ha tenido en cuenta. Tampoco está claro el tránsito hacia una humorística más sardónica que simbólica, que afecta el cosido final de la vestidura teatral (como la escena de la bulimia donde la napolitana de chocolate suple a la magdalena de Proust). Ahora Badás se ha dejado un imprudente bigotito a la moda que perturba su expresión y confunde: en el vídeo mantiene su rostro limpio y es mejor.
Recoge mi alma y bésala podrá ser vista nuevamente en la Sala DT Espacio Escénico del 3 al 5 de marzo próximos.
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