La zanfoña aún es cosa de Santalices
Homenaje de los músicos tradicionales al hombre que revivió el instrumento
Si no se hubiera empeñado Faustino Santalices (1877-1960), la zanfoña sería, como mucho, un recordatorio en el imaginario colectivo galaico. Pero el abogado y musicólogo de Bande (Ourense) fue, en realidad, un científico. Además de lutier e intérprete, dedicado a darle voz a este instrumento originario de los siglos XVII o XVIII, del que en 1898 apenas quedaban ya unas reliquias dispersas en algunos anticuarios.
Hace más de un siglo, Santalices intentó encordarla, darle sonido, reconstruirla. Y lo consiguió. Aplicó métodos científicos. Desarrolló brocas y medidas. Hizo cálculos matemáticos. Probó con distintos cordajes. Finalmente, como suele ocurrir, la inspiración lo encontró trabajando. Un ciego del mismo Bande le recomendó que utilizara lana del pescuezo de las ovejas, a modo de algodón, para colocarlo entre las cuerdas y evitar el rozamiento del disco del instrumento que ahogaba el sonido de las notas.
La zanfoña llevaba dos siglos sin sonar cuando la recuperó el lutier ourensano
La zanfoña, dicen los especialistas, no tiene oídos sonoros en la tapa, sino en un orificio lateral. Cuando Santalices le devolvió el sonido, empezó a sobrevivir. No en Ourense, sino en Lugo. Ahora, cuando se cumplen 50 años de su muerte, el musicólogo es homenajeado por los zanfoñistas gallegos, que le deben su música. La Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Ourense lo reivindica y lo pone de moda, con conferencias, exposiciones que incluyen partituras inéditas, vídeos con su propia voz y el sonido que consiguió arrancar de un instrumento que, hasta que él lo rescató de sí mismo, era fabricado por carpinteros sin apenas roncar.
"Ni siquiera lo construían artesanos", explica en el Auditorio de Ourense Castor Castro, un abogado ourensano organizador del congreso que lleva el nombre de Santalices, mientras 20 zanfoñistas llegados de distintos puntos de Galicia graban, en la sala contigua, un CD subvencionado por ayuntamiento y Xunta.
Con él esperan poner a este instrumento cerca del lugar que le corresponde. Y reivindicar, con ello, la labor prácticamente olvidada de un musicólogo elogiado en su época por los representantes de la Generación Nós. Otero Pedrayo, Vicente Risco, Florentino Cuevillas y Xaquín Lorenzo reivindicaron sus investigaciones. En 1957, cuando el musicólogo tenía ya más de 70 años, dio una conferencia-concierto en el Palacio Xelmírez. Los de Nós no tuvieron duda: era imprescindible crear una escuela de zanfoñistas y gaiteiros. Acabó poniéndola en marcha la Diputación de Lugo.
Porque Santalices no solo inventó el sonido perdido durante siglos, sino que fue también un investigador y constructor de gaitas. Sus modelos se exponen estos días, con otro material de su elaboración, en el Museo Municipal ourensano, mientras las zanfoñas toman la ciudad.
El ourensano ocupa un lugar de referencia como historiador e investigador del instrumento más simbólico de Galicia, pese a las adulteraciones, como la deliberada influencia irlandesa, que denuncian los especialistas.
En 1982, el hijo de Santalices se ofreció a la Escuela de Artes y Oficios, dependiente de la Diputación, para formar constructores de gaitas. La institución ourensana, que ahora promueve la Real Banda que dirige Xosé Lois Foxo, rechazó su propuesta. Aceptó la de Lugo, de donde ha salido la mayor parte de gaiteiros y zanfoñistas gallegos de las últimas décadas.
Sobre el tiempo muerto y la desvalorización de este instrumento, Castro tiene una teoría "personal" que extiende al empobrecimiento de la música tradicional. "Creo que durante el franquismo, con la Sección Femenina promocionando los Coros y Danzas, se puso fin a la tradición, a los valores culturales". Ahora, medio siglo después de su muerte, Santalices la pone de nuevo en valor. "La difusión de la zanfona es ya imparable", afirma Castro, con orgullo y absoluta convicción.
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