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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Mujeres desesperadas

Boris Izaguirre

Leila Ben Ali, la esposa del derrocado líder tunecino, convirtió en persona non grata a Suha Arafat, la viuda y madre de la única hija de Yasir Arafat, en octubre del 2007. Suha fue expulsada de Túnez y privada del pasaporte al torpedear los planes de Leila para convertir a su sobrina de 18 años en tercera esposa del emir de Dubai, de 61 años. La segunda esposa del emir es cuñada de Rania de Jordania. Suha cometió la torpeza de comentar con Rania las intenciones de Leila, seguramente consciente de que Dubai es la cuarta fortuna del mundo árabe. De conseguir el matrimonio, Leila habría sellado un negocio más limpio que sus habituales tropelías políticas. Suha tuvo que salir disparada a La Valeta, precisamente a una propiedad de Gadafi. "¡No puedo creer lo que ella me ha hecho!", lamenta la viuda ante el embajador estadounidense, según Wikileaks.

Sorprende la discreción con que Rania de Jordania vive estos jaleos
El furor de las revueltas reclama no tener piedad hacia las cónyuges

Suha recuerda mucho a la rubia sexy de Mujeres desesperadas, Edie Britt Williams (también expulsada de la serie cuando la actriz Nicollette Sheridan exigió mayor remuneración), una mujer de difícil acomodo. Es más que probable que Suha ría ahora la caída en desgracia de su expoderosa enemiga. Pero de complicarse todavía más la situación en Libia, ¿qué será de su refugio en La Valeta?

Mujeres desesperadas siempre han existido. Sherezade creó un sistema de embelesamiento sometida a altas presiones. Cleopatra enamoró a Julio César dos años más joven que Ruby robacorazones cuando encandiló a Berlusconi. En Tierra de faraones (Howard Hawks, 1955), Joan Collins recrea a Nellifer, una princesa chipriota tan pobre que solo se tiene a sí misma como tributo al faraón. Devenida en segunda esposa, Nellifer conspira para asesinar a la primera y quedarse con el valioso collar del faraón. Al igual que a Leila, las cosas no salen como quería y termina enterrada en vida en la majestuosa tumba, sin el collar. Con o sin heroínas y malvadas, la caída en desgracia en 2011 de estos regímenes demuestra cuánto de lo peor de Occidente habían asimilado. Gadafi organizaba castings en Europa para reclutar sus milicias vírgenes. Enfrentaba a sus hijos bien por controlar una cadena de televisión como por liderar la concesión de un refresco gasificado. Descubre el bótox superados los 60 años, quizá sin reparar en que tiene la misma cantidad de letras que islam. Wikileaks nos informa de esta conversión el mismo día que Nicole Kidman anuncia al mundo que ha conseguido desengancharse. Oriente Próximo sirve de reflejo de la decadencia ensimismada de Occidente.

Sorprende la discreción con que Rania de Jordania vive estos jaleos. Rania es palestina, educada en Egipto, agraciada con un rostro que integra a la princesa de Asturias y Paloma Cuevas, es la más vocal y preparada de las damas de Oriente Próximo. También la más delgada, garantía de que todo le sentará bien. Le molesta que se la presente como elegante, considerando que es una manera de minimizarla. No viste velo y dice en la televisión norteamericana que le ocasiona problemas. Su fluido inglés la distingue de cualquier primer ministro árabe o español. Incluso de su propio marido. Igual que Sheikha Mozah, la segunda esposa del emir de Qatar, reconocida por su afición a los turbantes, que mantiene bien tiesos frente a los vientos de cambio en el Golfo. Ambas contrastan la voracidad representada en Leila y madame Mubarak. Su existencia tranquiliza a la industria de la alta costura en París. "Hay nervios porque son nuestras mejores clientas. La emiresa de Qatar gusta tanto de Gaultier que el propio diseñador le insta a comprar otras marcas", informa una fuente del ramo. "Lo interesante es que así como Internet ha sido el verdugo para el liderazgo de sus maridos, para ellas es la manera de seguir comprando sin que nadie lo sepa", agrega la misma fuente. Manteniéndose firmes en sus roles de buenas, y bien vestidas, Rania y Sheikha recuerdan mucho a Farah Diba y la Begum Salima, antiguas protagonistas de la prensa rosa. La exemperatriz sufrió humillaciones de todo tipo tras su expulsión del trono de Irán. Dicen que el general Torrijos se apropiaba de su ropa íntima mientras les acogía en Panamá. Dos de sus hijos se han suicidado. Su poder se ha reducido a ser presencia en bodas, bautizos y funerales regios. Valentino besó su mano en su desfile final. La Begum Salima impuso el turbante en los años sesenta. Exmiss Francia 1930, conoció al que sería agá Jan III en Egipto, casándose en 1944. Durante los años de la posguerra, los dos representaban todo lo que el lujo podía ofrecer. Viuda, gustaba de posar cada año en su villa cerca de Cannes delante de un primoroso lecho de hortensias, cual aparición beatífica en la Costa Azul.

Los tiempos han cambiado mucho y el furor de las revueltas reclama piedad ninguna para las cónyuges dictatoriales. Deseamos ver a Leila humillada, a madame Mubarak escupida. A Suha luchando para llevar a su hijita a Harvard. En Twitter muchos apuntan a que las vírgenes soldado de Gadafi acudan a ¡Sálvame! Mientras, inquieta pensar que Rania y Sheikha se refugian en sus amplias habitaciones y pujan desde sus ordenadores magníficos atuendos para salvar la alta costura y un poquito de Occidente.

Rania de Jordania.
Rania de Jordania.GETTY IMAGES

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