La confusión de Gourcuff
El mediapunta del Lyon sufre las expectativas que le señalaron como el heredero de Zidane
Los mitos alumbran imágenes, símbolos, fantasías y hombres confundidos. El encantamiento que produjo Zinedine Zidane en una parte de la sociedad francesa tuvo consecuencias profundas en la industria del fútbol y en los futbolistas. Yoann Gourcuff era un adolescente sumergido en sus años de formación cuando Zidane levantó la Copa del Mundo en 1998. El impacto resultó inevitable. Hoy es imposible separar a Gourcuff del recuerdo de su ídolo. Él no lo puede remediar y los aficionados, nostálgicos, quieren creer que es el heredero. No les resulta fácil porque la ilusión es convincente. Gourcuff se parece al otro. El mismo porte de futbolista misterioso. La misma mirada penetrante. Los mismos silencios que seducen. Y hasta los mismos gestos corporales con la pelota. La misma imagen. Pero otro jugador. Varios peldaños por debajo de la leyenda que le inspiró. Como dijo Jean Fernández, el hombre que firmó el primer contrato profesional de Zidane: "Gourcuff tiene el mismo perfil, pero no tiene el talento de Zidane".
"Fracasó al 100%. No fue inteligente", resumió Maldini su etapa en el Milan
Gourcuff dispondrá hoy, frente al Madrid, de la ocasión de demostrar que su reputación está a la altura de las fantasías que inspira. A menudo, la industria del fútbol valora más las sombras que los hechos. De otro modo sería inexplicable que este jugador gane a sus 24 años el sueldo más alto del fútbol francés: 500.000 euros netos al mes. Se los paga el Lyon, que le fichó el verano pasado, procedente del Burdeos, a la búsqueda de un mediapunta que diera sentido a las jugadas. Desde que se retiró Juninho Pernambucano no ha contado el club del Ródano con un hombre capaz de administrar los tiempos. Se supone que Gourcuff debe asumir esta responsabilidad. Pero, de momento, los hinchas de Gerland le han visto muy poco. La estrella del equipo atraviesa un periodo de melancolía. Como nunca ha sido muy expresivo, las preguntas permanecen sin respuesta. Solo ha marcado dos goles y dado tres asistencias en la temporada. La semana pasada se le vio como siempre. Entrenándose ensimismado, casi sin hablar con sus compañeros, pesado en sus movimientos, bajando la mirada. El ejercicio físico no es lo suyo y cada vez que se cansa suele exhibir un aire fastidioso. Pone el pie y la pelota le pega como si golpeara un leño. Sus controles, en el mejor de los casos, no son como los de Zidane.
"Hoy, en Francia, Gourcuff es un jugador discutido, pero importante", dice Delgado, extremo del Lyon; "puede hacer jugar mucho al equipo y a balón parado puede ser decisivo porque le pega muy bien. Hay que tener paciencia para que conozca a los compañeros y se adapte a cómo juega el equipo. Y también a lo que pretende el técnico. Claude Puel quiere presionar, correr cuando no se tiene la pelota. Y quizás él no lo hacía en el Burdeos. Creo que su adaptación pasa por ahí".
La retórica que envuelve a Gourcuff desde que debutó en el Rennes, en 2003, es fascinante. El Milan se dejó atrapar por la seducción y en 2006 le contrató para relevar a Seedorf. El experimento fue catastrófico. Nunca Maldini, el capitán, fue tan devastador con un compañero como con el francés en unas declaraciones al diario L'Equipe: "Fracasó al 100% y provocó buena parte de los errores. El problema fue su comportamiento. No se condujo con inteligencia. Es vergonzoso porque nadie cuestiona su calidad técnica. Pero nunca quiso ponerse a disposición del grupo. Pasaron muchas cosas que él no sería capaz de contar. Rompió cada una de las reglas de convivencia del vestuario".
Del Milan pasó al Burdeos en 2008. Allí, con el apoyo de Laurent Blanc, recuperó su prestigio. Pero le falta dar el salto. Todavía no es capaz de sacudirse la presión. Las expectativas que despierta le han hundido. Contra el Madrid, esta noche en Gerland, tendrá otra oportunidad de enterrar a los fantasmas.
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