Camps, el traje y la sisa
A Francisco Camps la chaqueta de pana le viene grande. No es una metáfora. Es una fotografía. Una imagen magnífica del reportero de este periódico Carles Francesc. La foto forma parte de la exposición Fragments d'un any, que la Unió de Periodistes Valencians muestra en la Nau, el edificio histórico de la Universitat de València. Ha pasado un año desde que el PP censurara la edición anterior y obligara a descolgar las imágenes del Muvim, provocando la dimisión de su director, el profesor Román de la Calle.
En ese año han pasado cosas y, mal que les pese a los censores, los fotoperiodistas valencianos las reflejan en sus excelentes instantáneas. Son imágenes que hablan, enseñan e incluso, desnudan. Algunos de los protagonistas son los mismos, aunque el tiempo y las circunstancias los hayan cambiado. Carlos Fabra, por ejemplo, se despide de la política brazo en alto, en una imagen captada por Miguel Lorenzo. Las sienes de Ricardo Costa se han plateado y sus ojos aparecen más hundidos en una foto de Eva Máñez. El Bigotes se ha bajado de la moto y se nos muestra a la puerta de un centro de estética sin los atributos que le dieron el mote. En la exposición del año pasado se veía a Camps hecho un pincel, con un modelo perfectamente entallado, tal vez alguno de esos trajes a medida que tantos disgustos le están dando. Ahora, en la foto de Carles Francesc, aparece sin corbata, con la sonrisa congelada. Está delante de un escaparate desenfocado como una sombra en el que se expone un maniquí sin cabeza cuyo armazón se adapta impecablemente a las prendas que exhibe. Pero la americana de Camps ya no es a medida, le hace bolsas. Un sastre diagnosticaría enseguida que es un problema de la sisa, ese corte curvo que corresponde a la parte de la axila. "Permítame president -diría solícito el hipotético sastre- pero me temo que tiene la sisa holgada". Frente a las fotos de un Camps antaño exultante, ahora en la foto tomada a mediados de abril, la desolación es patente. Una desolación que se hace espectral en la instantánea captada por el reportero de Efe Kai Fösterling a finales de septiembre. Camps, con ojeras y la mirada perdida, aparece en la imagen reflejado en un cristal blanco, que, por efecto de la ilusión óptica, le devuelve un rostro fantasmagórico.
Ha pasado un año y el PP valenciano vuelve otra vez a la censura, clausurando los repetidores de la televisión catalana. A Camps no le basta con el traje a medida de los informativos de Canal 9 y con el botafumeiro permanente del resto de televisiones a las que dio licencias. Camps se escuda en una legalidad trasnochada para multar a Acció Cultural y decretar el apagón informativo. Mientras, tiene la manga bien ancha con los canales de tarot y prostitución que carecen de licencia. La vara de medir es bien distinta. Políticamente, el espectáculo es porno puro y duro. Pero lo mejor está por llegar y el próximo pase de modelos de Camps promete. Allí habrá un fotoperiodista para dejar constancia.
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