Juliâo Sarmento
La imagen erótica crece donde se encuentran el deseo y el temor a desear. Porque tal imagen, aunque carga de energía el psiquismo cuando pone ante los ojos el cuerpo deseado, al objetivarlo, tratándolo como un simulacro, lo declara abolido e imposible. Puede que esa sea la clave de las delicias fetichistas, a un tiempo placenteras y seguras. Las imágenes de Juliâo Sarmento se apartan de esa dialéctica en la medida en que se centran en el fragmento. Los cuerpos femeninos fragmentados pueden leerse como negativas a ser poseídos y por eso, más que estimular el narcisismo del cultivador de fetiches, hacen aflorar en el espectador los secretos miedos que suele suscitar el deseo. Tal vez sea esa la aparición que esconde la suave apariencia de las obras en las que, en el trabajado fondo blanco del cuadro, un leve ejercicio de línea hace surgir los cuerpos inacabados.
Juliâo Sarmento
Centro de Arte Contemporáneo
Avenida de Alemania, s/n. Málaga
Hasta el 6 de marzo
Pero hay algo más. Sin duda hay algo más. No solo se fragmentan los cuerpos sino también los espacios. De ellos se nos dan solo unas pocas notas, las suficientes para sugerir un entorno doméstico y cerrado: el que generalmente nuestra cultura otorga a las mujeres. Eso hace pensar que estas imágenes, a la vez que estimulan la fantasía del varón, cuestionan su identidad. Cada obra, en efecto, encierra el germen de una o varias narraciones, en las que el deseo será tan protagonista como su coartada, el miedo, pero esas historias son las de una cultura patriarcal. Puede que esta sea una segunda clave de la fragmentación de los cuerpos femeninos.
Un tercer elemento, recurrente en las obras de Sarmento, parece confirmar estas ideas: los textos. No son citas alusivas a la imagen, sino otras imágenes que hay que integrar en el ejercicio de la mirada y la fantasía que propone el autor. Se abre así un espacio reflexivo que rompe la inmediatez de la obra e invita al espectador a aceptar el papel de interlocutor: de repente se ve involucrado en la narración que, en principio, parecía ofrecérsele solo para completarla desde fuera.
En la serie más reciente, The real thing, de la que solo se exponen dos obras, Sarmento incluye un enigmático doble rectángulo. La serie completa se presentó en Roma e iba acompañada de una instalación: numerosos marcos con fotografías alineados sobre una mesa. El doble rectángulo debe ser, pues, un marco que en los cuadros aparece vacío. Es un cuarto elemento, recurrente en la poética de Sarmento, la memoria. Pero aquí también queda vibrando en la ambigüedad: ¿alude al mundo de la mujer que aparece en el cuadro o es una nueva invitación al espectador?, ¿es el marco vacío un trasunto del espejo vuelto hacia el espectador en la Nuda Veritas de Klimt, un requerimiento al voyeur para que piense su identidad?
Desde la extensa muestra organizada por el Museo Reina Sofía en 1999 esta es la exposición más amplia de Juliâo Sarmento celebrada en España. Es cierto que desde entonces se han realizado otras dos de indudable importancia: el MEIAC de Badajoz presentó sus ediciones el año 2006 y en la primavera de 2008 el Centro José Guerrero editó, al hilo de una concisa muestra un ambicioso catálogo que recorría con textos críticos toda la trayectoria del autor. La que propone el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga, dada su extensión, es de algún modo prolongación de la acometida por el Reina Sofía. Abarca en efecto la siguiente década. Pese a ello, no ofrece llamativas novedades. Quizá sea su mejor valor: testimonia la insistencia de Sarmento en poner el dedo en una llaga que se ignora con demasiada frecuencia.
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