La oscuridad de todos
Narrativa. Anatole France (1844-1924) pensaba que la independencia del pensamiento era la más orgullosa de las aristocracias. "Por la boca muere el pez", debieron de pensar sus enemigos cuando por culpa de Los dioses tienen sed (título soberbio donde los haya) fue poco menos que expulsado de la historia de la literatura francesa. Eran otros tiempos, pero el castigo caló hondo, y el olvido se fue abatiendo sobre Anatole France gracias a una novela que no duda en hacer, por primera vez en Francia, una autopsia fina, profunda y soberanamente irónica de algunos de los "artistas" que colaboraron en las matanzas revolucionarias porque se creían guiados por la conciencia de la historia y su luz suprema. Y sin embargo, Pierre Michon en su espléndida novela Los once sigue acertadamente el camino de Anatole France y nos coloca delante de once intelectuales que van a pasar a la historia por las cabezas que cortaron más que por sus obras literarias. Proust admiró profundamente a Anatole France y su figura aparece camuflada tras el nombre de un escritor imaginario, y Pla dijo de él que ya no lo leíamos porque era demasiado perfecto, y ya no soportamos la perfección. Estoy de acuerdo con Pla, y sobre todo después de haber leído Los dioses tienen sed, una novela que da más luz sobre la Revolución Francesa que todas las hagiografías que se han escrito y se siguen escribiendo sobre ella, por eso la reivindicó Kundera y en algún aspecto también Michon. Decía Anatole France: "La oscuridad nos envuelve a todos, pero mientras el sabio tropieza con alguna pared, el ignorante permanece tranquilo en el centro de la habitación". Pues eso.
Los dioses tienen sed
Anatole France
Traducción de Luis Ruiz Contreras
Barril & Barral . Barcelona, 2010
235 páginas. 19,80 euros

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