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Reportaje:LIGA EUROPA | Ida de los dieciseisavos de final

Nápoles vuelve a arder

La ciudad revive con su equipo, segundo en la Serie A, el éxtasis de la época de Diego

Decenas de paraguas abandonados en mitad de las calles, quebrados por la lluvia y el viento, recibieron ayer al Villarreal en Nápoles. Nublado llegó el equipo amarillo, después de dos derrotas ligueras, para medirse en el mítico San Paolo a un adversario in crescendo, segundo tras el Milan en la Serie A, que viene de vencer en el estadio Olímpico al Roma y que vuelve a encender a la afición más apasionada de Italia.

Supersticioso por naturaleza, el napolitano no quiere ni oír hablar de la palabra scudetto, el título que corona cada año al campeón italiano. El hincha del Nápoles se hace el indiferente y el maduro aunque, a hurtadillas, sabe que puede conseguirlo tras 21 años. Después de que Maradona pusiera el calcio patas arriba. Y obrara el milagro de que un club que hasta entonces solo había ganado una Copa de los Alpes y dos Copas de Italia derribara a los poderosos del norte. La locura fue tal en las calles de Nápoles que un día, en el destartalado cementerio de la ciudad, apareció una pintada desternillante: "Non sapete che cosa avete perso [no sabéis lo que os habéis perdido]".

5.000 seguidores siguen colándose en el estadio. Es un signo de distinción
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En Nápoles, la vida es un arte sutil, según narra el escritor Luciano di Crescenzo en Così parlò Bellavista. En un ambiente anárquico y libertario, hay personajes únicos. Un guitarrista que pide propina a los clientes de un restaurante con un cartel en las manos: "No toco por no molestar"; un señor, conocido como O'Kamikaze, que se lanza a los automóviles para cobrar el seguro; y un fanático del Nápoles, O'Zorro, que, cada 15 días, inventa una original manera de colarse sin pagar en el estadio de San Paolo. Unos 5.000 seguidores, llamados Los Portugueses, siguen entrando gratis en el estadio, según una encuesta de La Repubblica; en Nápoles, colarse es un signo de distinción. El napolitano es un pueblo alegre acostumbrado a buscarse la vida para traer algo a casa.

A la espera de elegir un nuevo alcalde en primavera, el fútbol alivia los graves problemas del paro y de no saber cómo deshacerse de la gran cantidad de basuras acumuladas: Nápoles ocupa el 8% del territorio de la región de la Campania, pero supone el 85% de su población.

En los barrios más populares, la imagen de Maradona sigue siendo reverenciada. En la plaza del Nilo, una cafetería conserva una capilla dedicada a Diego, que comparte santidad con San Gennaro. El astro argentino echó raíces en su estancia napolitana, desde 1984 hasta 1991. Estuvo en las fiestas de la familia Giuliano, uno de los clanes más poderosos de la Camorra. Y se enamoró de una joven napolitana, Cristina, con la que tuvo un hijo.

"No existe la locura de entonces", afirma el exdefensa Peppe Bruscolotti, una institución presente en el equipo antes, durante y después de Maradona, con 387 participaciones. "La llegada de Diego significó un cambio completo del conjunto construido en torno a él. Pero podíamos haber ganado más cosas de haber tenido una buena relación con el entrenador, Ottavio Bianchi. No había feeling", añade Bruscolotti, que recuerda a Maradona como un compañero "excepcional". "Nunca tuve uno igual, siempre salía en defensa de todos", añade. "Muy generoso y altruista", abunda Andrea Carnevale, delantero en San Paolo de 1986 a 1990. "Los entrenamientos de Maradona, cuando acudía, pocas veces, eran muy divertidos. Le encantaban las pachangas", recuerda. Nápoles vivió aquellos éxitos -dos Ligas y una Copa de la UEFA- como "una ciudad en llamas", evoca Carnevale, como una "rebelión" contra los ricos clubes del norte.

Cavani no es Maradona, pero la tienda oficial del Nápoles vendió una camiseta del uruguayo por 1.000 euros, la que llevó el delantero el día en que le marcó al Lecce en el último minuto. A sus 23 años, Cavani comparte el esplendor del Nápoles junto al regate de Lavezzi y la fantasía de Hamsik. Los tres se ajustan al límite salarial (1,8 millones por temporada) como una de las claves del despegue en los últimos años de la entidad, propiedad del productor cinematográfico Dino di Laurentiis. Con 115 millones de presupuesto, la mayor inversión fue el fichaje de Cavani, por el que pagó 18 millones al Palermo. "La memoria colectiva cree que aquel equipo de Maradona fue mejor", opina el periodista Antonio Corbo, "pero, en realidad, aquel dependía mucho de Maradona y de Careca, que siempre estaba pidiendo más dinero. Este es un grupo más equilibrado. Practica un fútbol moderno, muy atlético, y tiene a más buenos jugadores en el aspecto ofensivo".

Maradona en Nápoles en 1987.
Maradona en Nápoles en 1987.R. C.

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