Después de mayo, abril
¿No se detecta un cierto infantilismo en el diseño de la red electoral que el socialismo valenciano quiere activar por Internet cara a las elecciones autonómicas y municipales? El Yes, we can del equipo de Barack Obama fue efectivo hasta cierto punto porque lanzaba un mensaje clarísimo y sintético, mientras que en el diseño del equipo de Jorge Alarte hay como un lastre infantiloide capaz de sugerir que se parte ya de entrada asumiendo una cierta inferioridad. O mucho me equivoco, o en los iconos elegidos, lo que parecen ser un niño y una niña aseguran que son amigos del cambio, y preguntan un tanto ingenuamente si les sigues. Y no me vengan con distingos de la letra pequeña. "Sí, podemos" no era una pregunta, sino una rotunda afirmación que dio frutos espectaculares. Al preguntar en la campaña en la Red que los socialistas han puesto o se disponen a poner en marcha si me sigues, ya que soy amigo/a del cambio (otro error no indispensable), lo que se propone no es una opción sino más bien un propósito inconcreto, ya que, así expuesto, ¿de qué cambio se trata?. ¿Y por qué esa inoportuna infantilización en la presentación gráfica? Porque, que yo sepa, los escolares de Primaria o de Eso todavía no tienen derecho a voto.
Se ve que el socialismo valenciano se prepara no para las elecciones de este mayo, sino para otras que están todavía por venir, y confían en que dentro de seis u ocho mayos les voten los destinatarios gráficos de esta campaña. Por lo demás, la declaración de un miembro del equipo electoral en el sentido de que "la manera de utilizar esos consumibles (consumibles) políticos dependerá de la implicación cívica de cada ciudadano" no aclara las cosas, más bien las sitúa en un propósito que no se acaba de entender. ¿Captan el mensaje? Yo tampoco. A lo que añado que Charlot no era un niño, aunque les hiciera mucha gracia a los pequeños. En cualquier caso, bienvenida sea esta hermosa iniciativa si nos ahorra los alegres paseos de La Geganta en Fallas.
¿Y qué más? Pues que no se ganan elecciones autonómicas o municipales con ocurrencias de tendero que el publicitario cree decisivas sino con la toma de decisiones resolutorias y su comunicación efectiva. Primero, hay que convencer al electorado de que Valencia puede sobrevivir a Rita Barberá sin que el bonito edificio del Ayuntamiento (¿por qué lo sacarán como fondo cada día en la tertulia de mediodía de la Cuatro?) se desplome a medianoche, y segundo, hay que valorar en serio las posibilidades de que Alarte pueda imponerse en las urnas a un sujeto como Camps que alardea sin cesar de que las críticas, incluso las requisitorias judiciales, no son más que envidia cochina por lo estupendamente que ha hecho las cosas. Ese es el asunto verdadero y no el estupor ante el hecho de que con la razón que tenemos cómo es que no nos votan.
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