_
_
_
_
Reportaje:

Las persianas se abren al arte

Comerciantes y artistas urbanos se alían para decorar negocios en Valencia

Desde hace algunos años, cada vez más locales de barrios tradicionales de Valencia, sobre todo en El Carmen, mantienen la alegría y el color de los escaparates incluso cuando han echado el cierre tras la jornada laboral. Decenas de comercios han optado por decorar sus persianas bien para que sirvan de reclamo en tiempos de crisis o simplemente para evitar que alguien deje en ellas su huella con un espray. Una alianza entre comerciantes y artistas urbanos a la que Barcelona ha puesto freno, pero que en Valencia se está convirtiendo en una forma de vida para un puñado de artistas.

"Quería algo que quedara bien en el barrio y que fuera sobre mi trabajo", explica María Pilar Álvarez, dueña del quiosco de prensa del número 1 de la calle Alta y pionera a la hora de decorar su negocio cuando está cerrado. "Tenía unas persianas que daban pena, llenas de firmas", explica junto a unos dibujos que dejan claro que lo suyo son los periódicos. Fue hace cinco años y, en cumplimiento de un código no escrito en el que un grafitero no destruye el trabajo de otro, ahí sigue el dibujo. "Hasta la fecha sí me lo han respetado".

Sr. Marmota: "Si salgo a la calle no voy a pintar un cruasán en la vida"
Julieta: "Todo arte transgresor que surge, la sociedad intenta absorberlo"
Más información
Malasaña, lienzo en blanco

"Estaba harta de que me pintaran la persiana", explica Esther Comes, propietaria de la tienda de ropa Taconcitos, también en la calle Alta (24). Al igual que otros comerciantes, comenta que es el mejor método para poner veto a los espráis incontrolados: "Es el motivo por el que lo hace todo el mundo". Y una vez metida en faena, está muy orgullosa del diseño realizado por la artista Julieta, del colectivo valenciano XLF. Un diseño que no pasa desapercibido cuando el negocio está cerrado y cumple a la perfección la función de publicidad y reclamo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Restaurantes como el cercano Refugio, tiendas de ropa, negocios como la taquería El Burrito y hasta garajes de edificios de viviendas se van llenando en El Carmen de diseños impactantes y dibujos coloridos. Esquemas que hasta hace poco solo se veían en muros de obras y unas cuantas paredes que los artistas urbanos conquistaban en noches de vigilia.

"A nosotros lo que realmente nos gusta es la pintura mural", explica otro artista, también del colectivo XLF y que firma su arte como Sr. Marmota, "pintar persianas nos da la posibilidad de ganarnos la vida, y si pintas en una panadería en realidad es tu diseño, pero lo haces para un cliente". Es decir, una cosa es la afición, la creatividad libre, y otra el negocio: "Si salgo a la calle no voy a pintar un cruasán en toda mi vida".

Para muchos artistas urbanos, pintar en la calle es casi una necesidad, una manera de satisfacer sus impulsos creativos. Cada uno en su estilo, pues no es lo mismo una firma, que un grafiti que una pintura mural. "No se puede meter a todos en el mismo saco, a los que hacen plantillas reivindicativas, que a los que firman o a los que hacen muñecos...", comenta Carles, conocido como Cesp, también de XLF.

Lo mismo que mientras unos buscan que sea una actividad transgresora otros intentan plasmar su arte donde creen que no hacen daño a nadie.

Pero al tiempo, para unos pocos ha acabado por convertirse en una forma de vida. En un tiempo en el que la sociedad ya no los identifica con unos vándalos. Como ejemplo, el afamado británico Banksy, cuyo arte ha entrado en los museos y que hasta ha rodado una película sobre el arte urbano, Exit Through The Gift Shop, filme que por otra parte reconoce la repercusión artística del trabajo de un valenciano, Escif.

"Todo arte transgresor que surge", explica Julieta, "la sociedad intenta absorberlo". Y así se explica que los ocho miembros del colectivo XLF (www.xlface.com/soberana/) lo mismo firmen pinturas murales en una bodega de Valdepeñas, decoren las habitaciones y los pasillos del pabellón infantil del hospital Comarcal de Dénia, pongan un toque transgresor en el muro de un instituto de Torrevieja o alegren las paredes del garaje de una galería comercial. Al tiempo que llenan de color unas persianas que reclaman la atención en el casco antiguo.

Pero la bonanza que ahora disfrutan los aficionados a la pintura mural es una situación que no disfrutan en otras ciudades. En Barcelona, con un colectivo mucho mayor, cada vez quedaban menos paredes para crear. Y hace un año surgió una iniciativa, Persianes Lliures, mediante la que los comerciantes cedían las de sus comercios, que se transformaban así en lienzos en blanco para que un artista las pintara cada 80 días. Nadie pagaba. Los comerciantes conseguían decoración gratis, y los artistas un enclave para pintar sin infringir ninguna ley.

Marc García Sánchez, diseñador de páginas web y promotor con su hermano graffitero de la iniciativa, cuenta que el proyecto comenzó con modestia en el barrio de Guinardó pero que en unos días contaron con 250 comercios. Todo cambió cuando el Ayuntamiento anunció que multaría a los comerciantes puesto que la pintura mural altera la fachada. Pero la iniciativa ha tenido repercusión y se ha preparado el desembarco en otras ciudades con actividades en Madrid (ayer domingo 6 de febrero) y Valencia (en marzo).

Sr. Marmota argumenta que en Barcelona la situación (muchos artistas, pocas paredes) es distinta de la de Valencia, donde se está lejos de recurrir al sistema rotativo de Persianes Lliures. "A pintar gratis las persianas no hemos llegado", comenta Julieta, que prefiere, siempre, hacer arte sobre una pared. "Lo que es genial es colonizar, cuando hay un muro nuevo y lo pintas", añade la artista.

Numerosos comercios de El Carmen recurren desde hace años a los artistas urbanos para decorar sus persianas. En la imagen, la taquería El Burrito.
Numerosos comercios de El Carmen recurren desde hace años a los artistas urbanos para decorar sus persianas. En la imagen, la taquería El Burrito.MÒNICA TORRES
El restaurante Refugio también ha recurrido a los artistas urbanos para decorar sus persianas.
El restaurante Refugio también ha recurrido a los artistas urbanos para decorar sus persianas.MÒNICA TORRES

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_