Tinto lebaniego

Cantabria es la montaña por excelencia, con su impresionante cordillera ocupando la mayor parte del territorio. Parece el dorso vertebrado de un enorme saurio telúrico, con el lomo tajado por ríos que han abierto desfiladeros y gargantas. Y valles enjoyados de históricos pueblos, con el mar casi a la vista. Así, Liébana, un edén de huertos, praderas, bosques y viñedos de ladera, amparado por los Picos de Europa, la montaña de La Montaña.

Aquí, en el valle de Bedoya, muy cerca de Potes, la histórica capital lebaniega, se encuentran las instalaciones de la bodega Río Santo. Se trata de un conjunto de tres viviendas rurales rehabilitadas con materiales nobles de la zona: muros de sillería, estructura de roble, cubierta de teja cerámica. Perfectamente acondicionados, desde estos apartamentos turísticos (la noche en un apartamento para dos personas cuesta 45 euros) podemos realizar excursiones por los espectaculares paisajes de la zona, o visitar alguno de sus pueblos y monumentos, como la torre del Infantado del siglo XV y el monasterio de Santo Toribio, en Potes, cuyo barrio viejo ha sido declarado patrimonio de interés histórico-artístico.

Y ya puestos a lo nuestro, visitar la bodega instalada en los bajos del edificio para degustar el único vino que elaboran: un tinto roble de viejas cepas de mencía y no tan viejas de tempranillo. Ofrece una nariz muy expresiva, cargada de fruta roja, fresca, sazonada de especias, sobre un fondo de flores marchitas y hierbas aromáticas secas, con el aporte mineral del terruño. Sabroso, elegante, equilibrado, deja una gozosa y limpia sensación frutal.