"Hay que querer ganar a todo, hasta a las canicas"
Mientras ataca el plato de carne, bañado en una oscura salsa y servido con polenta, Félix Mantilla, ex tenista que llegó a ser el número 10 del mundo, resume en una parrafada lo que le ha enseñado la vida. "He aprendido a confiar en mí mismo, en lo que pienso; que con trabajo, humildad y pasión puedes conseguir cualquier cosa", dice. "He llevado una vida, la de tenista, en la que no sabes dónde ni cómo acabarás, que lleva implícita la inseguridad, porque es muy cambiante y no tienes la seguridad de una oficina. He aprendido que lo que importa es el ahora, que no tiene sentido mirar tan adelante", sigue. "Y he aprendido a sobrellevar ese miedo con la madurez. El cáncer de piel que superé también influyó: es saber que cualquier día nos podemos ir de aquí. También, otras experiencias: vive el día de hoy y olvídate de las preocupaciones inútiles".
El ex tenista español superó un cáncer. Hoy instruye a las promesas de Australia
Mantilla (Barcelona, 1974) habla en un frío restaurante de la pista Rod Laver, la central del Abierto de Australia. Hasta aquí ha llegado como entrenador de las promesas locales, a las que inculca los valores de trabajo y autoexigencia que hicieron de él el gladiador de Roma; hecho un connaisseur de las recetas con carne de canguro, que él mismo cocina con verduras y espaguetis; vestido con manga larga pese al verano, para protegerse del sol australiano ("para eso, quizás este sea el sitio más peligroso del mundo"); y pensando en conciertos de música, en rumbas, y en la guitarra española que se ha dejado en casa, en Barcelona. Mantilla come con apetito, aunque sea su segundo almuerzo del día. Las servilletas son de papel reciclado. Los cubiertos corren el riesgo de perecer doblados. No hay camareros. Él, que llegó primero, puso la mesa.
"Me gustan las experiencias nuevas", cuenta sonriente. "Venir a Australia varios meses al año, salir de mi zona de confort, donde todo me era más fácil, es importante para mí", añade. ¿En qué se diferencian los jóvenes tenistas europeos y australianos? "La calidad de vida aquí es muy buena. Los chicos tienen una cultura ética y moral alta. Son respetuosos, agradecidos", contesta. "Los buenos jugadores, sin embargo, en la pista tienen que ser de aquí estoy yo. No es tener mala leche, ser un maleducado, pero sí tener la competitividad dentro, no querer perder ni a las canicas, querer ganar a todo. Así son los grandes campeones. Rafa Nadal no quiere perder a nada. Si no eres competitivo, no desarrollas todo tu potencial".
Cuando Mantilla llegó a Australia, afrontó una semana de reuniones. Fueron días de jet-lag y descubrimientos sin fin. Aquello puso a prueba su inglés. Desde entonces, afinó el idioma con lecturas, desde La vuelta al mundo en 80 días a Zonas erróneas, de Wayne W. Dyer. En consecuencia, Mantilla se encarga de pedir la comanda en perfecto inglés, e igual que arrancó la conversación, cuando aún no había migas de pan sobre la mesa, se marcha resumiendo lo que les recomienda a las jóvenes promesas: "Hagas lo que hagas en la vida, disfruta, que te apasione, no lo hagas por el dinero ni por pasar el rato: los campeones siempre tienen una pasión y un deseo mayor que el resto. Sé honesto, ve de cara. Cree en ti, aunque habrá veces que digas cosas que no le gusten a otros". "Y es que", se despide el buen Mantilla, "a veces, en la sociedad de hoy en día, está mal visto decir lo que uno piensa".
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