Retrato de diez tenores de la derecha extrema
Sus lenguas se han ido soltando y con creciente desparpajo justifican a Franco, confiesan sus rijosidades y le dan al tintorro en vivo y en directo. Prácticamente finiquitada la demolición de todo lo que huela a rojo, maricón y moruno, cautivos y desarmados los enemigos de la España una y eterna, están envalentonados ante la inminencia del regreso de las banderas victoriosas. Vuelven a ser ellos mismos, gallos de corral, toritos de lidia, oradores de taberna, liberados, al fin, de los corsés del debate civilizado. Son los cornetas del Apocalipsis, los tenores mediáticos de la derecha extrema española, retratados por el periodista José María Izquierdo en su libro homónimo.
Estamos hablando de gente de éxito. Sus libelos contra ZP, los progres, las feministas, los sindicalistas, el Mayo del 68, los titiriteros, los ecologistas y los catalanes que se empeñan en hablar una lengua que no es la del imperio se venden como rosquillas. Sus regüeldos en artículos de periódicos y tertulias de radio y televisión cosechan dos orejas, rabo y salida a hombros de la plaza. Se celebran jocosamente sus declaraciones de que, casi tanto como la patria, les gustan el vino y las mujeres, de preferencia las menores de coñitos rosados. Se presentan como agresiones orquestadas por las checas de la anti-España las hostias que puedan recibir una madrugada en un bar de copas por intentar tocarle el culo a una señora. Se les otorgan sin cesar premios a la libertad de expresión en una España que, aunque ya por poco tiempo, sufre la tiranía del islamo-bolchevismo de Rubalcaba. Reciben el elogio y disfrutan de la amistad de la invicta y castiza Lideresa. Y en las calles del barrio de Salamanca se les vitorea al grito de "Olé tus cojones".
Los cornetas del Apocalipsis
José María Izquierdo
Ilustraciones de Tomás Ondarra
La Hoja del Monte. Madrid, 2010
131 páginas. 20 euros
José María Izquierdo los conoce bien. A diario cata sus venenos para los lectores de ELPAÍS.COM, los lee y escucha con atención, mucha atención, la que merece gente tan influyente y la que debe dedicar a su tema un buen periodista. En Los cornetas del Apocalipsis escribe sobre diez de ellos, incluidos Federico Jiménez Losantos, Fernando Sánchez Dragó, César Vidal y Pío Moa. A cada cual le dedica un perfil en el que evidencia que los tiene bien calados, pero que muy bien calados. Y luego, en un ejercicio no ya solo de periodismo riguroso sino de ciudadanía ejemplar, les da la palabra, reproduciendo in extenso sus opiniones sobre lo divino y lo humano. Y es ahí, en la lectura de lo que dicen y escriben sin el menor rubor estos cornetas del Apocalipsis, donde la náusea compite con el horror. Anunciaron el fin de la civilización judeocristiana, ganaron la batalla de Armaguedón y se fueron a celebrarlo a un burdel.
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