¿Cajas en liquidación?
La desgana y el enfado presiden estos días la rutina del ciudadano. Lo que antes era gris ahora es negro carbón, y resulta difícil no coincidir con un famoso existencialista francés: qué fácil es confundir el desencanto con la verdad cuando uno es soñador. Tuvimos ciertamente un sueño, que las cosas de las finanzas se encauzaban y estaban bajo control. Se habían fusionado dos cajas, con sus más y sus menos, pero la nueva quedaba encarrilada en la senda de la viabilidad.
Elena Salgado nos despertó súbitamente apretando las tuercas que habíamos creído ya no daban más de sí. Con nosotros no irá, la Xunta tendría que haberlo sabido, suponíamos. Además, en esto del core capital, los pasos se darán sin prisas; estábamos más equivocados que un meteorólogo en día poco propicio para el pronóstico. Lo que se dijo hace un mes ha quedado antiguo, y a recapitalizarse, que si no os nacionalizamos. Es difícil no percibir un cierto tufo a confusión, a inseguridad jurídica, a no saber qué hacer.
A los gallegos les interesa saber qué va a pasar con Novacaixa si no completa su recapitalización en el plazo impuesto. ¿Se nacionalizará para, posteriormente, venderla? ¿El examen de septiembre será la puerta de salida camino de un banco? Llegados a este punto, no debería pasarse por alto la falta de olfato de algunos directivos que, durante décadas, eran considerados la flor y nata de la gestión. El statu quo pesaba más que la necesaria reforma del invento y, aún ahora, algunos de estos petimetres de la apariencia quieren que se les reverencie como salvadores de la nada. Las cosas hubieran sido distintas con una exposición al ladrillo menos vertiginosa. Regodearse en la adulación del mendicante -particular, empresario o político- condujo a ensoñaciones que los mercados no entienden. Pero aun admitiendo que no todos los ejecutivos dieron la talla, no es sano instalarse en la política de extremos, bien que a veces no quede más remedio, tras la inacción en los tiempos pertinentes. Uno preferiría que las cajas viables se queden como están, pero se lo han puesto complicado. Años de actividad, con más aciertos que errores, se van a liquidar por el sumidero del pragmatismo.
Ojalá que Novacaixa encuentre lo que necesite, aun a sabiendas de que los mercados interbancarios están prácticamente cerrados. Que si ha de desinvertir, no sea nocivo para la economía del país. Una mayor transparencia la haría más fiable y la preservación de la obra social, con sus luces y sombras, daría legitimación al proyecto. Pero, no nos engañemos, lo que está en marcha, que algunos han dado llaman Operación seducción, tiene toda la pinta de tirar por el camino de la bancarización.
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