Alarte y la izquierda natural
Alarte resta y sigue. Cada vez es más innegable la profundidad de la crisis latente en el partido de los socialistas valencianos. Joan Calabuig ya había estrenado el año con un amago de dimisión para reivindicar su protagonismo en la confección de la lista que debe acompañarle en su candidatura a la alcaldía de Valencia. El pasado jueves una veintena de militantes socialistas publicaban en este periódico una tribuna de opinión advirtiendo del peligro "de unas listas elaboradas sin los militantes y de unos militantes que, por la falta de voz en la elaboración de las mismas, acaban sintiéndose huérfanos de listas". Dicho y hecho. Ese mismo día, Calabuig presentaba una lista que ha sido calificada de "bajo perfil", por decirlo finamente. Tan de bajo perfil que unas horas más tarde cosechaba el caluroso apoyo de la militancia: menos de un tercio de los afiliados (539 de 1.762) participó en la votación. De ellos, 331 lo hizo a favor. Lo que significa que la candidatura salió adelante con el abrumador respaldo del 18,7% de los afiliados.
Previamente Alarte ya demostró lo sobrado que va de apoyos, prescindiendo de dos de las figuras más relevantes de la izquierda valenciana. Así, en septiembre posibilitaba la renuncia de Carmen Alborch como candidata a la alcaldía y completaba la jugada en diciembre, propiciando la defenestración de Ricardo Peralta como delegado del Gobierno. Mediante esta carambola, renunciaba a los dos puentes más firmes y visibles de su partido con la izquierda natural, con una mayoría social capaz de acabar con 20 años de Gobierno de la derecha en la ciudad de Valencia y de 16, en la Generalitat. Ahora, en su suma y sigue, Alarte ha conseguido la desbandada de los propios, de forma que ocho de cada diez militantes socialistas han pasado olímpicamente de Calabuig. Si no ilusiona ni a los suyos ¿a quién pretende convencer?
En política las personas encarnan las ideas, por lo tanto el problema es que no es solo una cuestión de nombres, sino sobre todo de política: véase la orden de Alarte para retirar el recurso contra la recalificación urbanística del Mestalla; el pasteleo de Calabuig con la prolongación en El Cabanyal; la complacencia de ambos con los grandes eventos; y el seguidismo del PP en temas como la instalación del cementerio nuclear en Zarra, o las prospecciones petrolíferas en las costas valencianas.
Hace mal Alarte confiando en que su estrategia de "convertir la campaña electoral en un plebiscito sobre un candidato corrupto" transforme los comicios de mayo en un hipotético referéndum, en una disyuntiva cuya única alternativa frente a Camps sea él. Su alejamiento de la izquierda natural no hace sino alentar la abstención de su electorado, o, en el mejor de los casos, resaltar el valor como alternativa de Compromís o de Esquerra Unida. De momento, Alarte resta y sigue.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.