Temor por la energía solar
La instalación de huertos y plantas solares ha sido hasta ahora una bendición porque han generado empleo, han atraído inversión y han allegado ingresos para muchos. Desgraciadamente, todo este impulso se ha paralizado en el último medio año, y ahora veo con desasosiego que donde antes había ilusión e industria hay un gran temor por un futuro. El posible cierre de plantas y la entrada en concurso voluntario de instalaciones pondría fin a lo que había sido uno de los escasos impulsos recientes de la economía.
Yo entendía que el Gobierno impulsaba las energías renovables, en general, y la energía solar fotovoltaica, en particular, como un instrumento de independencia energética respecto de los países productores de petróleo y de gas, de lucha contra el cambio climático y para desarrollar, en miles de localidades, una eficaz industria local que genera empleo y riqueza. Muchos invirtieron confiados porque era el propio Gobierno el que impulsaba esta energía y se trataba de una inversión razonablemente segura con una ley que la protegía. Me cuesta mucho entender cómo una ley posterior puede modificar lo que se hizo bajo otra ley anterior y cómo quien en su día empeñó sus ahorros en las plantas puede quedarse sin el derecho a cobrar lo que la ley le aseguraba. No hace falta ser abogado para darse cuenta de que algo así no es justo ni honesto. No se pueden ofrecer unas condiciones y cambiarlas cuando la gente ya ha metido su dinero, confiada en lo que estaba escrito.
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