Europa en el camino
Desde la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, en 1951, no debe existir mejor momento para leer y debatir sobre el papel y el futuro de Europa que el actual. En 1951 arrancó un proyecto innovador, que tenía detrás una idea formidable. En 2011, vamos a comprobar si esa idea está ya agotada, si la innovación de entonces se ha convertido en feroz conservadurismo y si Europa ya no está en condiciones de consensuar sus puntos de vista y sus intereses. Es decir, si renuncia a influir en la transformación del mundo.
Cualquier debate sobre Europa debería tener hoy en cuenta dos libros de reciente aparición, protagonizados por dos españoles que son, probablemente, los dos personajes políticos que más proyección internacional han tenido en todo el siglo XX: el ex presidente del Gobierno Felipe González y el ex secretario general de la OTAN y ex Alto Representante europeo para Política Exterior y Seguridad Común (PESC) Javier Solana. Son dos libros muy distintos, pero los dos tienen elementos comunes y traslucen una gran preocupación y, en diferente grado, una cierta desesperanza.
Mi idea de Europa
Felipe González
RBA. Barcelona, 2010
253 páginas. 20 euros
Reivindicación de la política. Veinte años de relaciones internacionales (Javier Solana en conversación con Lluís Bassets)
Debate. Barcelona, 2010
300 páginas. 21,90 euros
Solana procura mitigar ese desánimo aludiendo al vertiginoso torbellino en el que se ha movido Europa en los últimos veinte años. En su condición de alto funcionario ha sido testigo y protagonista en prácticamente todos esos acontecimientos y es cierto que el recorrido que realiza de la mano del responsable de Opinión de EL PAÍS produce mareo: guerra en los Balcanes, en Afganistán y en Irak, pérdida de relevancia de Rusia y auge de China, atentados del 11-S y resurgimiento del terrorismo, ampliación de la Unión Europea de los 15 miembros con que contaba cuando Solana asumió la secretaría general de la OTAN, en 1995, a los 27 que la integraban cuando abandonó, en noviembre de 2009, su puesto como "Mister Pesc".
Solana, pese a la presión que ejerce Bassets, más crítico con el camino recorrido, rehúsa debatir hasta qué punto esa rápida ampliación ha podido debilitar irremediablemente el entramado de la Unión. Firme en su reivindicación de la política (el libro lo proclama en el título), en su defensa de todo lo logrado y de los procedimientos seguidos en estos veinte años de relaciones internacionales, Javier Solana pasa revista a su formidable y agotadora agenda de contactos y esboza cuidadosos (y a veces demasiado borrosos) perfiles de muchos de ellos. Él es, con toda seguridad, el español que más ha tratado y que más ha discutido con los protagonistas de la política mundial en las dos últimas décadas y asombra también comprobar cómo todo ese conocimiento privilegiado, y tan escaso entre nuestros políticos, ha sido ampliamente ignorado y desaprovechado por los sucesivos Gobiernos españoles.
Toda la distancia y la prudencia, personal y biográfica, que refleja la conversación de Solana con Lluís Bassets, no ocultan un cierto e implícito hastío del ex ministro socialista por la inoperancia en la que se mueven las actuales instituciones europeas. Ese escondido tedio se convierte en patente y cáustico disgusto en el libro de Felipe González, Mi idea de Europa. Sus artículos y conferencias (que hubieran ganado en "limpieza" y eficacia literaria si sus editores se hubieran atrevido a imponerle una buena edición de textos) tienen un objetivo claro y directo: llamar la atención, forzar, impulsar y hasta sacudir, si es necesario, a las organizaciones europeas para que reaccionen e intenten recuperar el paso de la historia. González, que durante sus más de doce años como presidente del Gobierno español supo forjar alianzas europeas y demostrar una enorme capacidad de iniciativa dentro de la Unión, se muestra extraordinariamente preocupado por la pérdida de relevancia de la UE y su segura marginalización si no es capaz de modificar rápidamente algunas de sus actuales políticas. El ex presidente tiene poca paciencia con la falta de liderazgo actual y con una socialdemocracia europea que dibuja más bien esclerotizada y falta de pensamiento.
La pérdida de poder y de papel de Occidente (sería interesante saber si González cree que también han perdido influencia en el mundo los principios y valores que representó o si lo que sucede es que el propio Occidente parece abandonarlos cada día más) dependerá de su capacidad para desprenderse del corporativismo que la atenaza y que frustra cualquier intento de avanzar en la imprescindible integración económica y política de la UE. Esas dos ideas, que recorren los textos de Mi idea de Europa, llegan casi a configurar un auténtico programa de "actuación inmediata", un plan político ofrecido desinteresadamente al Consejo Europeo. O se va rápido hacia delante, asegura González, o se para uno y se hunde. El ex presidente no parece muy optimista, pero, pase lo que pase, nadie podrá reprocharle que no haya cumplido con su obligación de advertir, presionar y hasta anunciar a gritos lo que se nos viene encima.
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