Pepita Cervera, pianista y pedagoga del arte del sonido
La concertista catalana dio más de 2.000 recitales en un centenar de países
"Nació para servir al arte, y en especial al arte de los sonidos". Esta es una de las frases que la compositora y concertista de piano Teresina Jordá dedica a su madre, Pepita Cervera, fallecida en Madrid "en Nochebuena, en la madrugada hacia la Navidad, a muy longeva edad", como recuerda su hija en conversación telefónica. Ambas compartieron muchos de los más de 2.000 conciertos con los que esta leridana, nacida un 5 de mayo, recorrió más de 100 países. "De su edad decía: 'Tengo 20 y un día", recuerda Teresina Jordá, que pide dejar al margen el dato del año de nacimiento de su madre, que se sentía "a gusto como artista de edad intemporal".
Con Pepita Cervera se cierra -o no, porque su hija la continúa- una tradición intacta que abrió el maestro Enrique Granados. Y es que Cervera, como otras dos grandes amigas y compañeras suyas, Alicia de Larrocha y Rosa Sabater, fueron alumnas escogidas de Frank Marshall, quien a su vez fue discípulo predilecto de Granados, pianista y compositor también leridano. No en balde, Pepita Cervera interpretó una y otra vez la obra completa de Granados, aunque, como recuerda su hija en el libro Pepita Cervera, anécdotas y vivencias (Editorial Milenio, 2010), también le apasionaban los grandes románticos: "Ello se encuentra en mis recuerdos de infancia. Ha sido intérprete excepcional de Chopin".
Tan de infancia son los recuerdos de Jordá que la primera vez que dio un concierto de piano tenía cuatro años. No fue la única vocación musical de la que fue responsable Pepita Cervera. Creó su propia escuela pianística de alta formación musical con los Centros Internacionales de Estudios Musicales Cervera-Jordá, con sede tanto en Lleida como en Madrid. De ellos han salido más de 3.000 alumnos, que ahora ya son "solistas de piano, viento, cuerda y voz, grupos camerísticos, musicólogos, directores corales y de orquesta, o docentes".
Su técnica de enseñanza buscaba la perfección, pero siempre teniendo en cuenta las diferencias que hacen único a cada alumno. Ella misma había intentado imitar de pequeña la postura de las manos de un cuadro de Santa Cecilia, la patrona de la música: "Había sacado la conclusión infantil de que copiando la postura de aquellas manos tendría el resultado de una posición perfecta... ¡Qué mejor que una santa para hacerlo todo perfecto!", continúa Teresina Jordá en su libro.
Con sus alumnos, siempre trabajó "la anatomía de las manos de cada uno, hasta transformarla y predisponerla en lo firme, flexible, independiente en el ataque, como si para ella cada mano fuera una obra de arte al servicio de la música". La herencia musical de Pepita Cervera no se ha quedado en su hija -"juntas compartiendo décadas, día a día, fue mi compañera, mi madre, mi docente, mi guía", dice Teresina Jordá-, ni en sus miles de alumnos, sino que llega a sus nietos, Verónica y David Jordá Cervera, de 20 y 19 años. Además de concertista y pedagoga, Cervera también ejerció la composición, que había estudiado de la mano de Xavier Montsalvatge. También su hija es concertista y compositora. Los nietos ahora se reparten las facetas y son concertista, ella (150 actuaciones), y compositor, él.
"Cuando falleció su gran amiga, con la que había compartido tantos conciertos mano a mano, Alicia de Larrocha [en septiembre de 2009], le dio un poco de bajón, pero remontó y estuvo activa hasta el final", continúa Teresina. "Fue en noviembre al concierto de la tertulia musical Tomás Marco del Casino de Madrid, le dijeron que en enero organizaban su homenaje y aceptó encantada". El próximo viernes, en el auditorio Alfredo Kraus de Madrid, se ofrecerá (19.00 horas) un concierto homenaje a Pepita Cervera, informa su hija. "En diciembre fuimos al teatro, a la obra Por el placer de volver a verla... En cualquier lugar del mundo me queda algo de mi madre".
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