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Reportaje:FÚTBOL | Triplete azulgrana en el Balón de Oro

Una idea, distintas partituras

"Éramos como el Barça", recuerda Sacchi, autor del Milan de toque y presión avanzada que copó en 1988 y 1989 el podio del premio con Van Basten, Baresi, Gullit y Rijkaard

Jordi Quixano

Hace un par de meses, el Barça pasaba por encima del Madrid en el clásico. Entonces, sonó el teléfono en casa de Arrigo Sacchi.

-"Arrigo, creo que el Barça está cerca de nosotros...", le soltó con cierta morriña Adriano Galliani, vicepresidente del Milan.

-"Ya está como nosotros", concedió Sacchi, con pasado madridista (fue director deportivo en 2005) y en referencia al Milan del final de los ochenta, cuando su equipo marcó una época al alborotar la idea del fútbol y conquistar dos Copas de Europa, dos Supercopas y dos Intercontinentales (1989-90), además de un Scudetto y una Coppa (1988).

"Nuestros equipos tienen la misma identidad y mentalidad. Cuando el Barça está bien es un monólogo, no hay rival. Lo mismo sucedió con el Milan, que parecía jugar solo", explica Sacchi. Pep Guardiola, técnico azulgrana, lo tiene claro: "El tiempo nos juzgará". Pero hay registros que ya lo hacen. El Barça es, con Xavi, Iniesta y Messi, el segundo equipo que completa el podio para ganar el Balón de Oro. El otro fue el Milan de Sacchi en 1988 (Van Basten, Gullit y Rijkaard) y en 1989 (Van Basten, Baresi y Rijkaard).

"Nuestros equipos tienen la misma identidad. Si el Barça está bien, no hay rival"
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Reacio al catenaccio, hasta el punto de que los más críticos le tildaron al inicio de Don Nadie, Sacchi optó por un 4-4-2 con la intención de absorber el balón y presionar arriba para evitar que el rival se recolocara tras la pérdida. "Éramos como el Barça", argumenta Sacchi; "se presionaba fuerte para robar el balón y la autoestima del rival, para poner en dificultades al adversario a la vez que tu juego era una orquesta con armonía y melodía". Sacchi explica la receta: "Hay tres cosas necesarias para mejorar las individualidades: un club tranquilo; una idea futbolística moderna y poderosa; y jugadores de talento con disponibilidad y entusiasmo". El Barça agrega la riqueza de la cantera y una idea de fútbol arraigada desde el 3-4-3 de Johan Cruyff y su dream team, extendida y modernizada por el 4-3-3 de Guardiola.

Al igual que con Cruyff y seguramente Guardiola en el Barça, cualquier técnico que pasa por el Milan debe soportar las comparaciones con Sacchi. "Hubo un fútbol antes y otro después de Arrigo", señala Filippo Galli, jugador de ese Milan intimidador y ahora responsable del área del fútbol base rossonero; "quizá no hay tanto del fútbol ofensivo que desplegaba, pero sí están las bases de la fase defensiva". Ese equipo gobernaba el panorama internacional, hasta el punto de que sus estrellas se repartían el Balón de Oro. Brillaba Baresi como líbero para organizar la defensa zonal y sacar la pelota desde atrás -"¡Milan!", gritaba para ejecutar el fuera de juego-, y entusiasmaban los tres holandeses. Los medios atletas y de gran criterio como Rijkaard y Gullit, que actuaba de volante pero podía ser lo que quisiera por su arrancada explosiva, desborde y lectura táctica; y un delantero delicioso como Van Basten. "Eran tres jugadores extraordinarios y de generoso talento en un contexto de fútbol revolucionario. Pero el mejor era Marco", apunta Galli.

Pero fue el propio Van Basten, que inmortalizó sus botas con una volea que humanizó a Dassaev en la Eurocopa de 1988, a quien más le costó entender la idea y soportar las charlas tácticas de Sacchi. Por eso el delantero le criticó públicamente. "Al siguiente encuentro, le dejé en el banquillo y le dije que, desde ahí, me dijera en qué me equivocaba. Se trata de dar señales importantes", relata Sacchi; "de vencer y convencer con un fútbol atractivo y un estilo definido".

"El Barça quiere que los niños sepan gestionar el balón y proponer", explica Galli; "el fútbol no solo es defender y jugar a la contra. Debe ser algo más. Atacar, posesión del balón, fluidez de juego, jugar unidos... Como hace Guardiola". Como hacían Van Basten, Rijkaard y Gullit. Como hacen Xavi, Messi e Iniesta.

El podio del Balón de Oro de 1988: Gullit, que fue segundo, Rijkaard (tercero) y Van Basten (primero).
El podio del Balón de Oro de 1988: Gullit, que fue segundo, Rijkaard (tercero) y Van Basten (primero).AS

De Stanley Matthews a Messi

La revista France Football eligió en 1956 a Stanley Matthews como el pionero del Balón de Oro, por más que tuviera 41 años y su carrera se viera entrecortada por la II Guerra Mundial. Extremo derecho, se granjeó la reputación mundial por su facilidad para descontar rivales y su caballerosidad. "Nos enseñó cómo se debía jugar", le reconoció Pelé. Lo perfeccionó Alfredo di Stéfano (1957 y 1959), que goleaba, organizaba y defendía.

La década de los sesenta la abrió Luis Suárez, único español con el galardón. Le siguió el irritante Omar Sívori (1961), que tiraba la pelota a la espinilla del rival para recogerla y luego regateárselo. Y dentro del talento se encuadran el atildado Gianni Rivera (1969) y el genial slalom de Josef Masopust (1962). Mención especial para Lev Yashin (1963), La Araña Negra, único meta con el premio. Las tres grandes estrellas de la década fueron el atlético Eusebio (1965), el terrorífico Bobby Charlton (1966) y el rebelde y genial George Best (1968).

En los setenta se descubrió al indomable Gerd Müller, un bombardero con más tino que Oleg Blojín (1975), extremo rápido de poca constancia, y distinto de Allan Simonsen (1977), bien vistoso que triunfó con el Mönchengladbach y el Barça. Esta época, sin embargo, la copó el fútbol total de Johan Cruyff (1971, 1973 y 1974), la clase de Franz Beckenbauer (1972 y 1976), y Súper Ratón Kevin Keegan (1978-1979).

Una saga de goleadores que no se secó en la siguiente década, como Karl-Heinz Rummenigge (1980 y 1981), el punzón Rossi (1982), y el medio Platini, de gran visión, habilidad en el tiro libre y sobre todo llegada. El resto fue monopolio del Milan.

El Mundial de Italia coronó al capo alemán Lothar Mathäus y la Eurocopa de 1996 hizo lo propio con Matthias Sammer ante la incredulidad generalizada. Tampoco marcaron época Papin (1991) y Weah (1995). Pero sí que brillaron Van Basten (1992), Roberto Baggio (1993), y Hristo Stoichkov (1994), Rivaldo (1999) y Ronaldo (1997). Más de lo mismo hizo Zinedine Zidane (1998).

En este siglo, en una decisión controvertida, Fabio Cannavaro (2006) se hizo con el premio tras el Mundial. El resto de galardones fueron para dos medios con llegada, Nedved (2003) y Kaká (2007), y delanteros desequilibrantes: Owen (2001), Ronaldo (2002) y Shevchenko (2004). También iluminaron Luis Figo (2000) en la banda derecha y el mago Ronaldinho (2005). Los precedentes: Cristiano (2008) y Messi (2009), dos genios.

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