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Columna
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Perdidos

Izquierda y derecha, religiosos y laicos, los políticamente correctos y los incorrectos, coinciden en dar por perdido el año que comienza, el pobre 2011. Uno busca alguna chispa de esperanza, aunque sea en la sección de obituarios, pero los augures más cenizos se agolpan en las páginas de los periódicos y campean por doquier, dejando solo un pequeño hueco para el trasero de Lady Gaga. Un signo de los tiempos es que el último movimiento de rebeldía política en España lleve el nombre inquietante de casquismo. Sabemos que el señor Álvarez-Cascos es un auténtico animal político. La larga abstinencia de poder se manifiesta de forma orgánica en su apetito y lenguaje. La Operación Covadonga de reconquista que él encabezaba parece haber fracasado. Pero, ¿cuántos casquistas permanecen agazapados en la derecha? ¿Es el casquismo una precipitación astur-maoísta del aznarismo? En fin, el señor Cascos ha podido comprobar que los años pasan para todos, menos para el señor Fabra. Además de ser un favorito de la diosa Fortuna, ese tipo de persona a quien le toca la lotería aunque no la quiera, el presidente de la Diputación de Castellón es uno de los pocos humanos ibéricos a quien le prescriben los años. Mientras los demás cumplen años, él los va incumpliendo de una forma admirable. El señor Cascos pasa por ser un hombre vehemente e impulsivo, capaz de derivar navíos al quinto pino, pero esas dejan de ser virtudes cuando se carece de la magia del poder. Otra cosa diferente es el poder mágico, un poder por encima del poder, cualidad que detenta el presidente Fabra, y que por eso deslumbra a la dirección de su partido y a la mismísima justicia. De todas formas, me intranquiliza mucho esta sesión de esoterismo nacional, y salgo a la búsqueda de este año perdido antes de iniciarse. Hasta que encuentro en un muro un grafiti que me sonríe: "¡Feliz año 1984!".

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