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Reportaje:

'O Mintireiro' sobrevive a su alma

Un año después de la muerte de José Regadío, la edición 2011 del almanaque agrícola se vende por Galicia sin hacer alusión en sus páginas al fin de su autor

José María Regadío, el inteligente, huraño y controvertido cura de tres parroquias de Palas de Rei (Laia, Quindimil y Filgueira) que publicaba desde 1964 O Mintireiro Verdadeiro, murió hace ya casi un año pero su obra, en la edición de 2011, ha llegado a los quioscos y al top manta como si nada hubiese ocurrido. La imprenta Norgraf de Lugo ha sacado una tirada de 5.000 ejemplares y solo los que hayan tenido entre sus manos almanaques anteriores podrán notar que ahora a este librillo "chusqueiro, escotolido, galego-castelán, profético, enxebre, noticioso, artimañeiro e tamén barato", aunque algo más caro que la temporada anterior, le falta el alma.

Jesús Taboada, propietario de la empresa, ya anunciaba tras la muerte del cura, el 9 de enero de 2010, que tenía la intención de dar continuidad al calendario labrego porque así se lo había pedido el difunto en vida. Comentaba, también, que intentaría buscar otro sacerdote rural y ameno, capaz de hacer las predicciones enmarañadas y ambiguas que hacía Regadío. De momento, no lo ha encontrado. Asegura que el padre del Mintireiro "había dejado material" y que ha tirado de él para dar forma a la nueva entrega.

El cura que de joven citaba a Marx terminó legando sus bienes al Opus Dei
En su casa aparecieron carpetas con material hasta 2014

Efectivamente, tras la muerte de Regadío, en su caótica vivienda de Filgueira, el mayor estudioso de la figura del párroco, José de Castro, encontró unas carpetas clasificadas por temas que garantizan la continuidad de ciertos apartados hasta 2014. El material quedó en manos de la hermana más cercana del cura, que por supuesto nunca podrá cobrar derechos de autor porque desde sus orígenes, en 1964, se trataba de una publicación no venal (no sujeta a derechos), la única vía para burlar la censura y poder usar libremente el gallego en el franquismo.

En los archivadores de este previsor pero caótico sacerdote nacido en Monterroso había chistes y adivinanzas (las llamadas "chungas celmosas" o los "husmeos") o listas de nombres y topónimos rescatados, pero no pronósticos del tiempo, la parte del almanaque más auténtica, redactada de manera personalísima y enrevesada. Los que más lo conocían aseguran que José Regadío nunca se sentaba delante del viejo Macintosh a hacer sus predicciones antes de finales del verano, justo a tiempo para no faltar a la cita con sus lectores todos los octubres.

En O Mintireiro Verdadeiro de 2011 no se hace referencia alguna a la muerte del autor, se conserva la tipografía anárquica con la que jugaba el anciano y sobreviven bastantes secciones. Pero hay una señal indudable de su ausencia: "Falta lo más importante, lo que hace que, sin Regadío, la continuidad sea un imposible", defiende José de Castro. "Es la recuperación de palabras olvidadas". Ese amor por el lenguaje más pegado a la tierra, que en los últimos años derivó en aversión por A Mesa de Normalización Lingüística (decía de sus miembros que eran los "asesinos del idioma"), le valió el respeto del anterior presidente de la Real Academia Galega.

Xosé Ramón Barreiro llegó a pedirle a José de Castro que le preparase "un dossier" sobre la persona y su obra. "El académico citó incluso O Pedrón de Ouro, como un premio al que podía optar Regadío por su faceta investigadora de la lengua, en representación de todos los almanaques labregos que ha habido en Galicia", recuerda De Castro. O Mintireiro Verdadeiro, con O Gaiteiro de Lugo, que ahora edita la Diputación, son los últimos exponentes de la tradicional "literatura de cordel", así llamada porque en las ferias se presenta a los clientes colgada como ropa en un tendal.

El estudioso de Regadío, también vecino de Palas, teme que el personaje termine cayendo en el olvido, trascendido por su propio calendario y silenciado por el Gobierno municipal. Era un hombre difícil, un joven sociable que con los años fue encerrándose en sí mismo, igual que O Mintireiro empezó siendo "una obra coral", de varios tertulianos de la rebotica, y terminó siendo una teima y "una lucha íntima" por preservar expresiones en riesgo de extinción. No perdió la ironía, ni su afición a la noche, pero se volvió amargo e iracundo y espantó a muchos amigos. "Un día le pregunté si se consideraba una buena persona", recuerda De Castro, "y me contestó 'soy un carallán y me siento fracasado". Fracasado y vencido por "una sociedad sin valores". "Pensaba que había hecho mal su trabajo de párroco; porque la gente ya solo se movía por el becerro de oro". Él, por su parte, era muy austero, fue guardando toda su vida, y al morir, el mismo cura que de mozo había comenzado un discurso inaugural ante el gobernador civil citando a Marx legó todos sus bienes, e incluso partes de fincas que compartía con sus hermanos, al Opus Dei.

El PSdeG propuso en el pleno municipal su distinción póstuma como hijo adoptivo de Palas, pero el gobierno del PP tumbó la iniciativa. Regadío no era amigo del eterno alcalde, Fernando Pensado. De hecho, la censura municipal al autor de O Mintireiro Verdadeiro mantiene empantanado el documental sobre Regadío que hace cuatro años empezó a rodar José de Castro. Ha cobrado una ayuda de la Axencia Audiovisual Galega, pero no puede cumplir con su compromiso porque el regidor le "niega" el acceso a los archivos documentales del Ayuntamiento. De Castro presentó una queja al Valedor, y en su última resolución, del 19 de noviembre, Benigno López recomienda al alcalde que reconsidere su actitud porque está vulnerando un "derecho reconocido constitucionalmente".

Es probable que Regadío no esperase mejor suerte después de su marcha. Sus amigos eran quienes no lo trataban. Personas que compraban O Mintireiro y no echaban de menos leer otra cosa en todo el año. A los 88, un invierno antes de morir, la estufa de leña le prendió fuego en los tirantes y le dejó tatuada para siempre la quemadura en la espalda. Era su cruz de San Andrés.

Regadío en una foto juvenil que disgustó a las autoridades eclesiásticas.
Regadío en una foto juvenil que disgustó a las autoridades eclesiásticas.

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