Libres al volante
En sendas tribunas en Babelia, el señor Gomá Lanzón ha atacado la obligatoriedad del uso del cinturón de seguridad, defendiendo por su parte el hecho de que debemos-ser-libres-juntos. La obligatoriedad del cinturón violentaría nuestro santuario de libertad, pero en aras de ese mismo santuario, debemos ser responsable y cívicamente libres. Pues bien, algo que responde muy bien a un uso irresponsable y anticívico de nuestra libertad es, precisamente, el no uso del cinturón. Si el señor Gomá Lanzón desea no usar el cinturón y arriesgarse a la multa, bien por él; pero si eso significa que si tiene un accidente va a producir costes que varían entre los 7.000 euros (si se hiere levemente) y 800.000 euros (si se muere), según datos de la Fundación FITSA y el Instituto Universitario de Investigación del Automóvil de la Universidad Politécnica de Madrid. Quizás bien por él también, pero sin ninguna duda muy mal por mí y por todo el resto pues, como un gran porcentaje de esas cifras proviene de las arcas públicas, o sea de mi bolsillo, su libertad deviene egoísmo puro y duro.
Tomarse en serio eso de que debemos aprender a ser libres juntos significa entender que un recurso a la libertad para no usar el cinturón es solo un capricho libertino, y que la multa, si puesta, está muy bien puesta, porque compensa en parte los multimillonarios gastos que producen los liberados al volante. Mientras los recursos invertidos en recomponer los huesos de las almas libres no se destinen adonde sí son inevitablemente necesarios, los simples mortales tendremos que seguir esperando dos o más meses cada vez que nos den cita con el traumatólogo.
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