"No tengo un solo exilio, tengo tres"

Nicolás Sánchez Albornoz tiene fresca en la memoria una anécdota que describe la vitalidad con la que su padre vivió la vejez. El día que iba a morir, a los 92 años, don Claudio, el historiador republicano que vivió el exilio, se despertó en el hospital y le dijo a su hijo: "¿Qué andas leyendo?". "Una cosa sobre los orígenes de Burgos", le respondió el también historiador. Ah, don Claudio había escrito sobre eso y conocía el libro. "Tienen una teoría que yo ya he refutado".

Siguió leyendo; y ahí estaba la referencia sobre lo que el padre le había dicho. "A punto de morir, y seguía funcionando esa memoria". Nicolás tiene ahora 84 años y tres exilios a sus espaldas. "No tengo uno solo, tengo tres". Francia, cuando era un niño, Argentina y Nueva York. "Y ahora hago memoria". Esa memoria incluye el suceso más dramático de su vida, cuando en 1948 se escapó de la cárcel de Franco con su amigo Manuel Lamana en un coche en el que lo esperaban Francisco Benet, Barbara Probst y una amiga de esta. Esa fuga, de la que han sido publicados libros y de la que Fernando Colomo hizo una película, es uno de los muchos recuerdos que recopila para las memorias que publicará Jorge Herralde.

El primer director del Cervantes, premiado por su labor de historiador

Le acaban de otorgar el Premio de la Asociación de Historia Económica. "Es grato", dice, "porque lo da gente joven, que recuerda lo que uno ha hecho durante muchos años". Con frecuencia, los que han sido sus alumnos le llaman o le escriben. "Es bueno ver cómo progresan".

Sánchez Albornoz es uno de esos profesores que tienen los acentos mezclados de tantos exilios; a veces le sale el porteño de sus muchos años en Buenos Aires o el norteamericano de Nueva York, y por ahí debe tener escondido también el acento francés. Español de la diáspora y el regreso, ahora ve este país "en un momento duro, que sus políticos afrontan con cierta flojera". "Al partido gobernante lo ha desbordado la crisis; fue tardío en asumirla, y ha salido lento, desconcertado". Ha dado la imagen del boxeador sonado, quizá. "Y eso le ha impedido tomar decisiones; calzarse los guantes es muy arriesgado". ¿Y los de enfrente? "La derecha sigue moviéndose con tics muy antiguos; no asimila las formas de convivencia democrática; da la impresión de que reacciona como en los años treinta...".

Nicolás levanta el tono de voz cuando ve llegar el tronco de merluza, que le ha sido presentado como "la maravilla del día". Él está de acuerdo. También levanta el tono cuando evocamos la reciente visita papal, y las invocaciones de Benedicto XVI a "la agresividad laica" que padece España. "Son señores que no han aprendido nada, del Papa para abajo. Y, lo que es peor, parece que tampoco están dispuestos a aprender". ¿Y no aprenderán después del pinchazo que sufrieron las expectativas del viaje papal a España? "No, porque no se mueven por el pensamiento; se mueven por intereses y los intereses sacrifican la racionalidad".

El plato ha quedado perfectamente limpio. El primer director del Instituto Cervantes (de 1991 a 1996) recuerda que "allí no había ni despacho ni teléfonos", ni silla donde sentarse; ahora se congratula de la expansión de esta institución del español en el mundo.

En el café habla del futuro, al que él está enganchado. "¡Fui de los primeros en utilizar computadora, cuando se usaban cintas perforadas!". Vuelve a casa, a apuntalar la memoria cuya facultad le viene de buena herencia.