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Reportaje:

Así se engaña al antidopaje

Investigadores de la Universidad de Valencia alertan a las autoridades sobre los usos fraudulentos de los deportistas para superar los controles y trucar el pasaporte biológico

Carlos Arribas

La curiosidad de los fisiólogos, la fascinación por comprobar cómo aumentaba el rendimiento de los animales primero, de las personas después, según aumentaba la cantidad de oxígeno que podía transportar su sangre, condujo en los años 80 del siglo XX a la gran transformación cualitativa del dopaje. Ya entrado el XXI, cuando las autoridades, asustadas por los escándalos sucesivos, empezaron a considerarlo una espiral sin fin ni principio, el antidopaje dio, a su vez, su gran salto cualitativo, también guiados sus pasos por la curiosidad de los fisiólogos y otros científicos.

Algunos de ellos trabajan en Valencia, en la Facultad de Medicina de su Universidad, y últimamente han sometido a la comunidad del antidopaje a un alud de estudios publicados en revistas científicas en los que han expuesto al público las rendijas a través de las cuales los deportistas pueden engañar al sistema.

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"Lo hacemos para alertar a las autoridades, para que se tomen medidas", dice Fabián Sanchís-Gomar, el más joven del grupo, consciente también de la delgada línea en la que se mueven sus investigaciones, que pueden interpretarse al mismo tiempo como voz de alarma y como publicidad de métodos fraudulentos; "también la Agencia Mundial Antidopaje [AMA], cuando prohíbe una sustancia, como ha hecho con el AICAR, da a conocer el producto y alienta la curiosidad de los deportistas...".

Por ejemplo, el arma más sofisticada y cara, el pasaporte hematológico, que debería detectar las manipulaciones de los ciclistas, pero que ha dado pie a un debate sin fin en todos los ámbitos, en el jurídico y en el científico. Como se basa en el principio de que, si hay estimulación externa, a través de EPO o de transfusiones, aumenta la hemoglobina, pero baja el porcentaje de reticulocitos (glóbulos rojos jóvenes), las señales que se anotan en el pasaporte, los tramposos recurren a dosis menores de EPO combinadas con sesiones de hipoxia mediante una máquina que no está prohibida y que simula las condiciones de escasez de oxígeno que se da en altitud, con lo que estimulan los reticulocitos. "Lo hemos demostrado en ratas", dice Sanchís-Gomar; "el pasaporte es una buena arma para orientar o dirigir controles, pero no para sancionar, pues no se sabe lo suficiente sobre las alteraciones de los valores sanguíneos, sus fluctuaciones. Por ejemplo, un deportista puede usar minitransfusiones de 150 mililitros de sangre cada tres días y sus valores no varían".

Otro método de engaño es la desmopresina, el principio activo del Minurín, las gotas contra la incontinencia urinaria, que combinadas con agua hacen descender el hematocrito y la hemoglobina, pero no afectan a los reticulocitos, con lo que engañan a la fórmula que se aplica en el pasaporte. "Y también están, más conocidos, los expansores de plasma, el éter de almidón, la albúmina...", continúa Sanchís-Gomar, quien conoció el uso del Minurín porque lo denunció el ciclista Jesús Manzano hace años.

"Lo hacemos porque necesitamos financiación para nuestras investigaciones", dice José Viña, el director del departamento; "comenzamos hace mucho a investigar los efectos del ejercicio en el envejecimiento y desarrollamos conceptos como el de la fragilidad muscular. Pero en los años 90, cuando los Juegos Olímpicos de Barcelona, se empezó a financiar la investigación en fisiología deportiva y abrimos esa vía". Claro que, a veces, como les ocurrió con la desmopresina precisamente, se llevan un chasco. "Mandamos el proyecto a la AMA para solicitar que financiaran la investigación y nos pidieron más detalles. Hicimos un trabajo preliminar con cinco personas. Eso les vale ya para ponerlo en la lista de sustancias prohibidas y, cuando se lo mandamos ya bien, nos dicen que no, que ya no es necesario porque lo han prohibido para 2011", se lamenta Viña; "y eso nos daba dinero y prestigio. Si nos hubiéramos callado..."

"No nos ha llamado ningún deportista, ningún equipo, para que les ayudemos", precisa, por si acaso, Mari Carmen Gómez-Cabrera, la jefa de Sanchís-Gomar; "y que no lo hagan. Nos preguntarían cómo mejorar el rendimiento y la respuesta que les daríamos es entrenarse más, mejor. Nosotros publicamos en lo contrario al dopaje. Estamos en la oposición..."

Mari Carmen Gómez-Cabrera, José Viña y Fabián Sanchís-Gomar, en el laboratorio del departamento de Fisiología de Valencia.
Mari Carmen Gómez-Cabrera, José Viña y Fabián Sanchís-Gomar, en el laboratorio del departamento de Fisiología de Valencia.CARLES FRANCESC

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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