Televisión en el museo, el museo en la tele
La exposición ¿Estáis listos para la televisión?, en el MACBA, y donde se documentan las relaciones de este medio con el arte y con el pensamiento, es un meritorio y espectacular logro historiográfico, cultural... y televisivo. Exponer en un museo la televisión, 80 horas de programas, y que ese aluvión de imágenes y sonido sea inteligible e instructivo, ni es cosa sencilla ni creo que se haya intentado nunca antes, o por lo menos yo no lo he visto. Lo primero que hubo que hacer, naturalmente, fue ingeniar una manera de hacerlo, y es lo que ha hecho el MACBA convirtiendo las salas en un simulacro de inmenso plató. Este se organiza en 10 subplatós temáticos, cada uno de ellos presidido por las pantallas de cristal inventadas para la ocasión, de tres metros de anchura por 2,45 metros de altura -con su sola, considerable presencia anuncian que lo que vamos a ver no es videoarte, ni instalaciones artísticas, sino al revés: pura precisamente televisión- y todos organizados según la misma gramática: el suelo blanco, las paredes blancas que se confunden con el blanco del mismo edificio del museo y lo convierten en prolongación del plató. Los asientos para el público no son los bancos típicos de los museos, ni sillas convencionales, sino sillas de aula o de grada deportiva, sugiriendo a la audiencia que no se relaje, sino que permanezca atenta e intelectualmente activa. Las tramoyas de madera quedan a la vista. Un logro técnico destacable es que pese a la contigüidad de las diferentes emisiones no se ha montado en el "plató" un guirigay insoportable sino que el visitante, o propiamente el espectador, puede conectar con lo que prefiere sin interferencias; y se agradece además que casi todos los programas de las cadenas extranjeras estén subtitulados en castellano.
¿Televisión en el museo? La tele que se muestra en estas salas no es, por supuesto, el espectáculo doméstico y deprimente que harto conocemos, que ensucia el alma y nos incita al desprecio de nosotros mismos como cómplices de un crimen vulgar. Lo que se muestra es precisamente material extraordinario, intersticial y contradictorio -o que se postula como tal- con la corriente dominante y mayoritaria, reconsagrada por el beneficio comercial, y resulta que hay infinidad de intersticios y contradicciones; y después de pasarse unas cuantas horas en las salas de la exposición, uno llega a la conclusión de que, si el museo no es un lugar para el entretenimiento sino para el conocimiento, a lo mejor la televisión también lo sea, porque tantas horas, en tantos programas, procedentes de tantos sitios diferentes, a lo largo de tantos años, de emisión de cosas extrañas y singulares, experimentos con el medio, derrapajes, negaciones y complicidades inesperadas, esa abundancia de intentos quiere eco, manifiesta un difuso deseo de renovación.
En el espacio titulado 'Una tribuna por ocupar', donde se proyectan intervenciones en la pequeña pantalla de filósofos -Heidegger, Foucault, Bourdieu, Sartre-, escucho la entrevista que Hannah Arendt se hizo a sí misma. A la autora de Eichmann en Jerusalén le encantó una entrevista con Michel Foucault en el programa de la tele francesa Lectures pour tous, y en cuanto terminó la emisión telefoneó al programa para pedir aparecer ella misma a explicar ante las cámaras las diferencias con que supuestamente en Estados Unidos y Europa se entiende el concepto de democracia. Luego escucho a Gilles Deleuze, que grabó para la televisión pública francesa el famoso Abecedario de sus ideas. En ese momento Deleuze está comentando la voz 'Izquierda', y le oigo decir algo así como que después del fracaso del experimento soviético ser de izquierdas es proyectar la mirada un poco más lejos, interesarse no solo por lo más cercano. Me recuerda una carta donde Joseph Roth le explica a un amigo que no es que el hombre no tenga corazón, sino que lo tiene pequeñito, tan pequeño que solo hay espacio para sí y su familia.
En la visita comentada la comisaria de la exposición, Chus Martínez, dice: "Todo lo que hemos reunido aquí habla de la posibilidad de transformar el espacio público, cada programa de los que hemos seleccionado sugiere una alteración, aunque sea mínima, de las convenciones del medio. Se trata de que el espectador vea que los pequeños gestos cuentan, eso ya es muy importante. Es un precepto político. Es una exposición política".
En el espacio 'El impacto de lo nuevo', que reúne programas que desde la lógica televisiva encaran el arte coetáneo, he visto a Federico Fellini ponderando con su divertida vehemencia un edificio de estética fascista e imponente, en el programa de la RAI donde diferentes personalidades elegían una obra más o menos contemporánea y la comentaban. Entre las joyas de este apartado que Martínez destaca con más admiración está La historia del arte moderno contada desde Bogotá, el programa de Marta Traba, que se explicaba con una sencillez, claridad e inteligencia tan extraordinarias como amplia fue su repercusión en los estamentos intelectuales de toda América Latina. En este apartado, junto a The shock of the new, un repaso de ocho capítulos al "ahora", "lo nuevo" según el crítico Robert Hughes, destacan también algunos programas de TVE (el A fondo, de Soler Serrano, Trazos, de Santiago Amón).
No recuerdo en qué sección he visto el documento más divertido de toda la serie, la aportación del cineasta Jean-Luc Godard, pero hubiera merecido, desde luego, estar clasificado en 'El bromista insaciable', el apartado que reúne intervenciones de quienes quieren y no quieren estar en la televisión, de quienes la rechazan pero no quieren quedarse fuera, y encuentran la solución de compromiso del pequeño sabotaje: se trata de Cherchez l'image programa piloto realizado en 1982 por encargo de la recién nacida televisión de Mozambique. Ahí se ve al pretencioso cineasta sentado de espaldas al espectador y comentando que "estaría bien si pudieseis ir un poco más lejos de lo consabido... para dar una imagen que refleje el cambio...". Quintaesencia de los errores intelectuales más grotescos del siglo, su novedoso proyecto televisivo fue sensatamente descartado.
Como el replicante de Blade Runner, yo "he visto cosas que no creeríais" en esta exposición. Por ejemplo, obras experimentales y minimalistas para la televisión, como What where, ...but the clouds o Quad I + II, que Samuel Beckett realizó entre los años 1966 y 1985...
Con ser todo esto tan interesante, lo más fascinante entre lo que he podido ver en esta primera visita es -¡dios me perdone!- The Dean Martin Variety show, programa autoparódico, al mismo tiempo convencional e iconoclasta, del simpático actor, cuyo naufragio televisivo (nos cuenta la artista Dora García en su inevitablemente-inteligente texto para el catálogo de esta exposición) es igualmente revelador: en una multitudinaria aparición con Frank Sinatra, Dean Martin se volvió hacia él en medio de un diálogo cuidadosamente interpretado y le espetó: "Frank, what the hell are we doing up here?" (Frank, ¿qué demonios estamos haciendo tú y yo aquí?).
¿Estáis listos para la televisión? Museu d'Art Contemporani de Barcelona (MACBA), coproducida con el Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC). Hasta el 25 de abril de 2011
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