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Columna
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El papamóvil 'nom te espera'

"Por unas horas, fuimos el centro del mundo", proclamó Feijóo mientras Galicia despedía al Papa con su hostelería desconcertada y Protección Civil buscando algo que hacer. El eslogan recordaba el grito de James Cagney en Al rojo vivo antes de volar por los aires: "Lo conseguí, mamá, estoy en la cima del mundo". No son pocos los interrogantes dejados por la escala compostelana de la gira Benedicto XVI on tour 2010. El más sabroso consiste en discernir si lo que hubo entre el Papa y el presidente fue una entrevista, un breve encuentro, un besamanos, que le pidió un autógrafo o se infiltró entre el protocolo vaticano utilizando la infalible estrategia galaica del paquetiño...

-Santidad, no irá usted para Barcelona...

¿No podría haber venido Ratzinger de otra manera más económica, menos aparatosa y hortera?

-Si hijo mío, a inspeccionar unas obras.

-Pues mire, si no le importa llevarme este paquetiño para un pariente que tengo allí y así me ahorro mandarlo por el coche de línea...

Siendo jocoso fantasear sobre la fabricación de tal hipérbole feijoniana perfectamente prescindible, inquietan también otras cuestiones menos glamurosas. Cabe preguntarse si al poder civil democrático corresponde callar y otorgar ante un jefe de Estado que invoca en falso los fantasmas de nuestra Guerra Civil. Con más razón, conviene reflexionar sobre el desasosegante entusiasmo con que la derecha mediática y no pocos portavoces del principal partido de la oposición han jaleado tamaño disparate.

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Más terrenal y prosaico, pero igualmente relevante, parece el asunto del coste de la gira papal. No pocos portavoces autorizados apelaban a la presencia masiva de espectadores virtuales para seguir justificando el gasto y a la teoría del susto por el despliegue de seguridad para explicar la escasez de espectadores de carne y hueso. Es discutible qué falló más. Si el carisma de Benedicto XVI o las asunciones heroicas de unas autoridades necesitadas de grandes cifras para amparar grandes costes.

Aunque otra explicación bien podría residir en la teoría de la irritación. Hay cosas que, en tiempos de crisis, sencillamente ni se pueden ni se deben hacer, porque no se entienden e irritan. Aunque puedan ser una buena inversión ¿O son una mala inversión las becas y por eso se recortan? ¿O son una mala inversión las ayudas a la dependencia y por eso se ralentizan? Seguro que la misma riada de autoridades comparecientes para anunciarnos lo bien que iba todo, saldrán ahora en tropel a explicarnos por qué no cuadraron las cuentas. Seguro que el conselleiro Rueda tiene ya a mano la lista de los patrocinios privados que iban a dejar el evento en un gratis casi total. Alguien responderá seguro a la pregunta que la mayoría se hace: ¿no podía haber venido de otra manera, más sencilla y menos aparatosa, más económica y menos hortera? Por ir a lo concreto: ¿era necesario ese espantoso macroescenariobodrio en el Obradoiro? ¿Es incompatible la devoción con el buen gusto?

En el capítulo de las explicaciones, de momento, los precedentes auguran poco bueno. Como ya se va siendo costumbre en la democracia feijoniana, el presidente compareció solo para dar doctrina, sin admitir preguntas. Cuando hay problemas, no hay preguntas. Es el modelo Feijóo. El otro antecedente disponible lo aporta el modelo Louzán. Cuando hay problemas, tampoco hay preguntas; y si las hubiere, porque no todo en la vida son ruedas de prensa y a veces algo muy molesto llamado oposición se empeña en interrogar, entonces la culpa es de EL PAÍS. Tras insultar a la inteligencia de sus funcionarios declarándoles incapaces de fotocopiar trece expedientes en un año, seguramente agobiados por la sobrecarga de trabajo en el departamento de certificaciones tras la marcha del conselleiro Hernández, Louzán acusó a este periódico de una redundancia -farsa de mentiras- y reclamó a la empresa editora un sueldo para la oposición. Todo por unas informaciones donde se detallaba que la Diputación paga a funcionarios de ayuntamientos populares por dirigir obras públicas. Con lo fácil que es desenmascarar tanta mentira entregando los papeles. Bien podría haberlos mandado por su chófer, un notable emprendedor que ya ha dado sobradas muestras de su valía.

antonlosada.blogspot.com

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