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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Adiós a Marcelino Camacho

Han pasado solo dos años. "Sesenta y seis escalones" no dejaba de repetir, una y otra vez, Marcelino Camacho junto a su inseparable compañera, Josefina. La salud de Marcelino comenzaba a renquear no solo por la edad sino por tantos años de cárcel y huelgas de hambre. El mero hecho de bajar a la calle le suponía un gran esfuerzo. Aquella fue mi última visita. Era su 90 cumpleaños.

A Camacho y a Josefina no les faltaron reconocimientos en vida. Homenajes, institucionales o no, que también se constituyeron en reconocimientos a otros tantos militantes de Comisiones Obreras, para quienes Marcelino ha sido y es el símbolo por antonomasia del movimiento obrero en su conjunto.

Su casa de Carabanchel es y será siempre parte de la historia del movimiento obrero. Con enorme orgullo Josefina y Marcelino te internaban por un viaje al pasado y al presente de una parte fundamental de la historia reciente del país. Siempre con una amabilidad, humildad y una cercanía incomparables.

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Su historia, la del movimiento obrero antifranquista y la de tantos militantes anónimos está todavía por escribir. El jueves por la noche a escasas dos horas de su fallecimiento entregaba yo a la editorial una obra colectiva, Delincuentes políticos, para cuya cubierta habíamos elegido una fotografía del propio Marcelino dirigiéndose a una reunión de delegados de CC OO en Madrid, un 6 de junio de 1979. Sabíamos que desde hacía tiempo estaba enfermo, pero queríamos llegar a tiempo para entregárselo. No pudo ser.

Ahora reviso aquella imagen cargada de simbolismo y fuerza, y estoy seguro de que su legado estará siempre presente. A Marcelino, a quien el régimen franquista vilipendió, juzgó y encarceló como si fuese un delincuente político, no lograron someterle ni humillarle.

No renunció jamás a su proyecto sindical y político. En nuestra memoria colectiva siempre quedará grabada aquella frase suya: "Ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar", llena de coraje de un humilde fresador que cambió la historia de la mano de CC OO.

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