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Reportaje:

El nicho 19 ya tiene nombre

La familia de una joven desaparecida hace tres años honra en el cementerio de Carabanchel la sepultura en la que no sabían que reposaban sus restos

Juan Diego Quesada

El hombre se topó con ella en la calle. Dice que la chica le pidió ayuda. La subió a su apartamento, en el distrito de Moncloa-Aravaca, donde ella murió horas después de una sobredosis. No conocía ni su nombre, según declaró el hombre a la policía. La chica, tras pasar un mes y medio en un frigorífico del Instituto Anatómico Forense, fue introducida un caluroso día de agosto en un nicho del cementerio sur de Madrid. A falta de nombre, le colocaron un número sobre la lápida: el 19.

A esas alturas, Sierra López, la madre de la chica, se había pateado toda la ciudad. De arriba abajo. La había buscado sin descanso desde que denunciara su desaparición el 5 de julio de 2007. La joven, de 25 años, se llamaba Paloma Cerdán. La escena del principio, en la que Paloma pide ayuda a un hombre al que se encuentra por la calle, ocurrió solo un día después de que su madre denunciara su paradero desconocido en la comisaría de Móstoles. Murió su hija de repente, lejos de casa, y nadie se enteró. Mientras Sierra recorría los peores lugares de la ciudad, allá donde en ocasiones acudía Paloma desde que cayese en el mundo de la droga, la chica estaba siendo enterrada en soledad.

Hace una semana que la madre fue avisada del paradero de los restos
Paloma murió un día después de la denuncia de su desaparición

La madre se ha pasado tres años buscando a un fantasma, hasta que el Grupo de Desaparecidos de la Comisaría General de la Policía Judicial le ha dicho que, tras ese número 19, se encuentran los restos de su hija. "¿De verdad que es ella? ¿Cómo lo sé a ciencia cierta?", se preguntaba ayer en la sección 22 del cementerio de Carabanchel. Sobre la lápida ha escrito "Paloma, te queremos", ha dejado unos cigarrillos de su marca favorita y ha colocado una fotografía de la niña. Ya no es la sepultura de una desconocida. Sin embargo, las dudas le carcomen: "En tres años no he sabido nada de ella. Siempre he pensado que estaba viva. Y ahora de repente me dicen que está ahí dentro, que es ella. Si ya se equivocaron y no lograron identificarla en su día a lo mejor ha vuelto a ocurrir. Tengo sensaciones encontradas", relataba rodeada de sus hermanas y otra de sus hijas, Marta.

Las piezas del rompecabezas han ido encajando desde que hace una semana le anunciasen que ya no tenía que buscar más a Paloma. Que su lucha había terminado. "Ahora sé exactamente dónde la encontraron. En el apartamento de alguien que no la conocía. Quiero reunirme con esa persona, la última que vio con vida a mi hija y preguntarle qué fue lo último que dijo ella. Si la ayudó, que creo que sí, darle las gracias. Necesito saberlo todo después de tanto tiempo de silencio", reflexionaba en el camposanto, donde pasó todo el día, acompañando la sepultura de su hija. Ahí rezó y también almorzó. Es la misma que nada más recibir un enigmático mensaje de móvil de su hija ("¿Por qué soy así?") comenzó a buscarla sin perder la esperanza.

A la familia de Paloma, una auxiliar de enfermería que sufría un trastorno de la personalidad y vivía con su madre en Móstoles, le cuesta mucho entender por qué la policía no la identificó antes. "Nos habríamos ahorrado tanta angustia", reflexiona una tía de la fallecida. "Si nosotros vamos a comisaría y decimos que ha desaparecido mi hermana y 24 horas después aparece el cuerpo de una chica a no más de 30 kilómetros es de lógica que se haga esa investigación. Creo que sencillamente no se hizo", opina Marta. La Jefatura Superior de Policía aún no ha dado explicaciones de lo sucedido.

El día que murió Paloma no llevaba ningún documento que la identificara. Meses después, en el parque de la Dehesa de la Villa, unos barrenderos encontraron entre unos matorrales su cartera con el DNI y una fotografía en la que aparecía con su padre, Cayetano. Posiblemente nunca se sepa cómo el monedero llegó hasta ahí.

Sierra López, una mujer con determinación, asegura que quiere llegar hasta el final y saberlo todo. Por lo pronto piensa exhumar el cadáver de Paloma y someterlo a una prueba de ADN y una nueva autopsia. "Esto no puede quedar así", continuó, "¿así sin más quieren que me quede tranquila? Tengo que asegurarme al cien por cien que es ella". El problema es que el proceso es muy costoso y puede llevarle meses.

Aunque la búsqueda de Sierra López ha terminado, ella continúa queriendo saber más. Estos años su angustia ha estado alimentada por las llamadas que recibía de gente que aseguraba que había visto a su hija en un sitio o en otro. Fuese la hora que fuese, allí que se presentaba ella, a veces en pijama y zapatillas. Nunca llegaba a encontrársela de frente. Ahora que seguramente la tiene delante no se ha quedado tranquila.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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