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Columna
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El viento y la calma

Los aumentos repentinos de la velocidad del viento durante un tiempo corto reciben el nombre de ráfagas. El nuevo Gobierno de Zapatero ha sido una ráfaga de aire fresco en el alicaído Partido Socialista. Los vientos de duración intermedia se llaman turbonadas. Los cambios de ZP han entrado como una turbonada en la sede del PP, donde estaban de siesta por orden de Pedro Arriola. Los vientos de larga duración tienen diversos nombres según su fuerza: brisa, temporal, tormenta, huracán o tifón. Esa sucesión de circunstancias meteorológicas le hacen falta al nuevo Gobierno de Zapatero y al PSOE para levantar unas encuestas, que en el mejor de los casos, les auguran una diferencia de 12 puntos de intención de voto a favor del PP.

El instrumento más antiguo para conocer la dirección de los vientos es la veleta. Un veleta, según la cuarta acepción de la RAE, es una persona inconstante y mudable. Si medimos la dirección en la que soplan los vientos con una veleta y hacemos política con los criterios de un veleta, nos salen los cambios del nuevo Gobierno: se modificó la política económica y ahora se da un giro de 180 grados a la gestión política, donde se pierde lo único que diferenciaba a un Gobierno del PSOE de cualquier otro gobierno: un Ministerio de Igualdad, con el que visualizar el objetivo de una sociedad realmente paritaria, y un Ministerio de la Vivienda, para garantizar un derecho básico de las ciudadanos, el de disfrutar de una vivienda digna.

Las dos causas principales de la circulación atmosférica a gran escala son el calentamiento diferencial entre el ecuador y los polos, y la rotación del planeta. El cambio de Leire Pajín por Marcelino Iglesias al frente de la Secretaria de Organización del PSOE es la consecuencia de ambos efectos. El calentamiento que provocaba en la militancia la presencia de Pajín como número tres del partido y el sistema de rotaciones instaurado por Zapatero, donde todo lo que había antes de él no servía para nada y había que cambiarlo.

De acuerdo con la dimensión del recorrido de los vientos tenemos tres tipos: los globales, los regionales y los locales. Los vientos globales son consecuencias de las altas y bajas presiones, es decir de los anticiclones y las depresiones. Estas últimas, las depresiones, eran los únicos vientos reinantes en el PSOE desde hace muchos meses. Una especie de viento catabático que descendía desde las alturas del partido y que estaba llegando a cada rincón de la geografía española, por el deslizamiento a ras de suelo del aire mortecino, denso y helado que se respiraba en las altas esferas de la organización.

Aunque los vientos regionales y locales son consecuencia de los desplazamientos del aire desde las zonas de alta presión, son diferentes según los factores de cada sitio. La presión atmosférica en Madrid, además del viento catabático, estaba trayendo a Andalucía una ola de frío polar. La situación se ha calmado algo, pero se tendrá que actuar también sobre las singularidades climáticas de cada provincia. La levantisca política de Cádiz, el empalagoso terral del litoral de Málaga o el siroco del Sahara en Almería, por citar algunos ejemplos.

La calma es el estado de la atmósfera cuando no hay viento. Calma es una palabra parecida a cama -la cama de Arriola-, pero con una letra más. La calma produce sensación de calor acompañado de sudor, que es lo que experimentó Arenas cuando hablaba con Cospedal del nuevo Gobierno. Está también la calma chicha, que es sinónimo de pereza e indolencia. La quinta acepción en el diccionario añade que calma es también cachaza y pachorra, que es la forma de hacer política de Rajoy. Y está también, la calma como angustia y el calmo como erial. Dicho esto último de un terreno sin árboles ni plantas. O dicho de un partido al que los cambios del otro le coge sin propuestas ni ideas.

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