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talentos

Un francés que suena a Memphis

Sly Johnson, antiguo rapero y 'beatboxer', se convierte al 'soul' con '74', su álbum debut - "Es difícil hacer esta música fuera de EE UU", reconoce

Daniel Verdú

Si alguien hiciese la playlist de las canciones más tristes del mundo, no sería complicado acordar la inclusión de Everybody's gotta learn sometimes. Repetitiva e insistente en su suplicante letra, la canción que escribió James Warren para el grupo británico The Korgis y que volvió a sonar en la banda sonora de Olvídate de mí, de Michel Gondry, ha sido también obstinadamente versionada por músicos como Beck o The Field. La última adaptación, tan emocionante y depresiva como las anteriores, es la que Sly Johnson ha incluido en 74, su álbum debut en el soul. "Ja, ja, ja. Sí, es tristísima. Cuando la escuché por primera vez, con nueve años, me hizo llorar. Ahora me recuerda a la rabia y la tristeza que sentí cuando mi madre me abandonó siendo un crío. Viví con esa tristeza y con esa canción mucho tiempo. Y claro, era importante que estuviera en mi primer disco".

"Mi madre me dejó a los nueve años. Viví con esa tristeza mucho tiempo"
Hijo de congoleños, se educó con los discos de jazz y salsa de su padre
"Amy Winehouse canta bien, pero hay más 'soul' además del suyo"
Sus productores se sorprendieron de que sonase como si fuera americano

Pero su versión tiene más luz, como todo su álbum. Una reivindicación de la modernización del soul más allá de las modas. Y encima, en Francia. Hijo de una pareja de congoleños emigrada a París, Silvère Johnson (París, 1974), se educó con su padre y su colección de vinilos de jazz y música afrocubana cuando su madre se marchó un día de casa para siempre. Fueron las dos primeras lecciones que recibió, sobre la vida y sobre la musica. El asunto del soul llegaría más tarde.

Sly empezó en el escenario como MC y beatboxer (imitando con la boca los sonidos de una caja de ritmos) del grupo de rap francés Saïn Supa Crew. Comprador compulsivo de vinilos, recibió un día un consejo que le cambió la vida. "Un amigo dj me dijo que tenía que acudir al soul para entender las raíces del hip-hop. Y fue una revelación", explica por teléfono, dos días antes de empezar la gira que le llevará por el país galo (el 2 de noviembre sale a la venta el disco). Y ahí, el rapero dejó salir al cantante.

Pero no siempre es fácil dedicarse a este género fuera de su patria original. "Es más difícil fuera de EE UU, claro. Aquí hay proyectos interesantes, pero queda mucho trabajo por hacer. Es verdad que ahora hay un nuevo tipo de público, lo veo desde el escenario, pero la prensa no le presta mucha atención a esta música. Cuando dices soul en Francia la gente contesta: Marvin Gaye", explica.

Y ahora la respuesta también incluye Amy Winehouse. "Esto puede crear confusión. Ella es buena, no hay duda. Canta muy bien. Pero hay tantos artistas que hacen música estupenda. Los medias solo se fijan en cierto estilo de soul antiguo... y eso es lo que compra la prensa, pero hay mucho más que eso. Pasó igual luego con Duffy y pasa también con la música rap. Es un poco aburrido".

Quizá por eso Johnson, cuya voz la cantante de jazz Dee Dee Bridgewater definió como la de "aquellos chicos de Memphis", decidió grabar su primer disco en EE UU. "Lo hicimos muy rápido. Trabajé con un equipo fantástico que se quedaron sorprendidos de que un francés pudiera cantar como un americano", recuerda. En ese equipo están el bajista TM Stevens (que ha tocado con Miles Davies, Joe Cocker o Tina Turner) o Larry Gold, el arreglista y productor de Filadelfia de artistas como Erikah Badu o The Roots o Kanye West.

Y el caso es que hay un Sylvester Johnson (Syl) al otro lado del Atlántico, en Misisipi concretamente. "Sí (se ríe). Tenemos el mismo nombre. Pero él es muy grande. Una leyenda".

El cantante francés Sly Johnson.
El cantante francés Sly Johnson.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes
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